Los pasos inmediatos dados por Lenin se dirigieron de manera directa a afianzar la incipiente dictadura. En primer lugar, creó un Gobierno (denominado Consejo de Comisarios del Pueblo) compuesto por bolcheviques. El 20 de diciembre, ordenó a un bolchevique polaco llamado Félix Dzershinsky que constituyera una policía secreta (la famosa Cheka) cuyos métodos pronto se harían trágicamente famosos. La Cheka constituiría un instrumento de terror temible y apenas a una semana de su constitución estaba realizando fusilamientos en masa de civiles cuyo único delito era en no pocas ocasiones el tratar de huir del gobierno bolchevique.
La articulación de este formidable instrumento de terror, el abandono del II Congreso de los Soviets por parte de la oposición y, sobre todo, el colapso del Gobierno provisional infundieron en los bolcheviques la convicción de que el poder estaba firmemente sujeto en sus manos y que podrían celebrar las elecciones a la Asamblea Constituyente con garantías de mantenerse al mando. Los resultados obtenidos por los bolcheviques fueron, sin embargo, considerablemente desalentadores: En la mayoría de los distritos electorales, la votación se celebró el 25 de noviembre, aunque en algunos casos se retrasó a los días 1 y 7 de diciembre. De un total de 41.686.000 votos emitidos, los bolcheviques sólo consiguieron 9.844.000, es decir, algo menos del 24%, mientras que los eseristas lograron 17.940.000; los socialistas ucranianos, aliados a ellos, 4.957.000; los kadetes, 1.986.000; los mencheviques, 1.248.000 y los musulmanes y otras minorías étnicas, 3.300.000. En número de diputados, los eseristas obtuvieron 370 de los 707 totales y lograron la mayoría absoluta; los eseristas de izquierda, favorables a un acuerdo con Lenin, 40; los bolcheviques, 175; los kadetes, 17; los mencheviques, 16; y las minorías étnicas, 89. El pueblo ruso, en las elecciones más libres de su historia, votó por el socialismo democrático moderado contra Lenin y la burguesía.
Aquellos resultados dejaban a los bolcheviques en una situación muy delicada. Por un lado, su origen democrático era innegable, por lo que resultaba muy difícil su desacreditación; por otro, habían dejado de manifiesto que su peso político era insuficiente para reclamar el Gobierno del país. La reacción de Lenin fue la de no permitir que la Asamblea llegara a desempeñar sus funciones pero, al mismo tiempo, poniendo cuidado en que esto se hiciera de tal manera que, como en el golpe de octubre, lo que era un ataque contra la democracia quedara disfrazado so capa de medidas populares. La Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado desempeñaría un papel excepcional en esta trama encaminada a aniquilar definitivamente la democracia rusa y sustituirla por una dictadura bolchevique.
La fecha de apertura de la Asamblea quedó fijada para el 18 de enero de 1918. Lenin había decidido que ésta nunca debería celebrarse y, a la vez, era consciente de que en una ciudad como Petrogrado, donde sólo el 15% había votado a los bolcheviques, el único recurso decisivo al que podían recurrir era la fuerza armada.
Los mencheviques y los eseristas decidieron celebrar la apertura de la Asamblea mediante una manifestación cívica y pacífica que llegaría hasta el palacio Táuride. Como respuesta, los bolcheviques difundieron el rumor de que se trataba de una manifestación burguesa, distribuyeron por la ciudad unidades de tiradores letones, marinos de Kronstadt y guardias rojos, y ordenaron que fondearan en el Neva algunos cruceros y submarinos. Mientras la manifestación cívica se desplazaba por una de las calles que concluía en el palacio Táuride, las unidades mandadas por los bolcheviques dispararon sobre ella sin ninguna advertencia previa. El resultado fue un centenar de muertos y heridos entre los que no faltaron ancianos y mujeres.
Ni siquiera el derramamiento de sangre impidió la apertura de la Asamblea que, finalmente, se llevó a cabo a las cuatro de la tarde. A pesar de lo acontecido por la mañana, la mayoría socialista se negó a dejarse amedrentar y ocupó sus escaños. Sin embargo, cuando, de acuerdo con la costumbre, el diputado de mayor edad, el antiguo eserista Shvetzov, se disponía a tomar la palabra en la tribuna, los bolcheviques se lo impidieron. En medio de un coro de voces contrariadas por aquel comportamiento dictatorial, el bolchevique Sverdlov se lanzó sobre Shvetzov, lo expulsó de la tribuna de un empujón y declaró que el Comité Ejecutivo Central del Soviet de Diputados de obreros, soldados y campesinos le había comisionado para abrir la sesión de la Asamblea Constituyente. Se trataba de un texto redactado por Lenin, Stalin y Bujarin: la Declaración de los Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado.
El texto, leído por Sverdlov constituyó un paradigma de lo que iba a significar la captación del poder por parte de los comunistas y cómo se traduciría en la identificación automática de las decisiones del partido con los intereses del pueblo, la desaparición de sectores enteros de la población y la liquidación de la democracia.
No deja de ser significativo al respecto que el texto comience señalando que la Asamblea Constituyente (cuya apertura se intentó impedir con el derramamiento de sangre inocente y cuya celebración se impidió con la violencia) proclama la República de los soviets y el traspaso de todo el poder a éstos:
“La Asamblea Constituyente decreta: 1.1.Queda proclamada en Rusia la República de los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. Todo el poder, tanto en el centro como en las localidades, pertenece a los mencionados Soviets. 2.La República Soviética de Rusia se instituye sobre la base de la unión libre de naciones libres como Federación de Repúblicas Soviéticas nacionales.
Tras esta afirmación, que no se correspondía con la realidad pero que además iba en contra de la voluntad expresada en las urnas, la Declaración señala una serie de finalidades, entre las que se encuentra la desaparición de la explotación, la instauración de una organización socialista de la sociedad y el triunfo del socialismo en otros países, pero de las que se hallan ausentes, por ejemplo, el respeto a las libertades decretadas por el Gobierno provisional o a la voluntad popular expresada democráticamente. Los fines perseguidos por los bolcheviques se conseguirían estatalizando la propiedad (algo muy distinto del reparto de tierras esperado por los campesinos), eliminando a sectores enteros de la población y creando un ejército con un contenido ideológico concreto:
1.Habiéndose señalado como misión esencial abolir toda explotación del hombre por el hombre, suprimir por completo la división de la sociedad en clases, sofocar de manera implacable la resistencia de los explotadores, instaurar una organización socialista de la sociedad y hacer triunfar el socialismo en todos los países, la Asamblea Constituyente decreta, además: 2.Queda abolida la propiedad privada de la tierra. Se declara patrimonio de todo el pueblo trabajador toda la tierra, con todos los edificios, ganado de labor, aperos de labranza y demás accesorios agrícolas. 3.Se ratifica la ley soviética sobre el control, obrero y del Consejo Superior de la Economía Nacional, con objeto de asegurar el poder del pueblo trabajador sobre los explotadores y como primera medida para que las fábricas, talleres, minas, ferrocarriles y demás medios de producción y de transporte pasen por completo a ser propiedad del Estado obrero y campesino. 4.Se ratifica el paso de todos los bancos a propiedad del Estado obrero y campesino, como una de las condiciones de la emancipación de las masas trabajadoras del yugo del capital. 5.Se establece el trabajo general obligatorio, con la finalidad de acabar con los sectores parasitarios de la sociedad. 6.Se decreta el armamento de los trabajadores, la constitución de un Ejército rojo socialista de obreros y campesinos y el desarme completo de las clases propietarias, con la finalidad de asegurar la totalidad del poder de las masas obreras y eliminar cualquier posibilidad de restauración del poder de los explotadores.
En tercer lugar, la Declaración ponía de manifiesto su deseo de “obtener, cueste lo que cueste, por procedimientos revolucionarios, una paz democrática entre los pueblos, sin anexiones ni indemnizaciones, sobre la base de la libre autodeterminación de las naciones”, y aprobaba la “política del Consejo de Comisarios del Pueblo, que ha proclamado la completa independencia de Finlandia, ha empezado a retirar las tropas de Persia y ha anunciado la libertad de autodeterminación de Armenia”.
Finalmente, el texto indicaba que el tiempo de la democracia había concluido. Nunca volvería a haber unas elecciones como aquellas de las que había nacido la Asamblea y el poder pasaría a unos órganos supuestamente populares que, en realidad, ya habían comenzado a controlar los bolcheviques:
“Elegida sobre la base de las candidaturas de partidos, confeccionadas antes de la Revolución de Octubre, cuando el pueblo todavía era incapaz de levantarse totalmente contra los explotadores ni conocía toda la fuerza de la resistencia de éstos a la hora de defender sus privilegios de clase ni había iniciado en la práctica la creación de la sociedad socialista, la Asamblea Constituyente consideraría acentuadamente equivocado, incluso desde un punto de vista formal, enfrentarse al poder de los Soviets. Fundamentalmente, la Asamblea Constituyente considera que hoy, en el momento de la lucha final del pueblo contra sus explotadores, no puede haber sitio para éstos en ninguno de los órganos de poder. El poder tiene que pertenecer de manera total y exclusiva a las masas trabajadoras y a sus representantes legítimos: los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos. Al apoyar el Poder de los Soviets y los decretos del Consejo de Comisarios del Pueblo, la Asamblea Constituyente considera que sus funciones no pueden sobrepasar el establecimiento de las bases esenciales de la transformación socialista de la sociedad (…) la Asamblea Constituyente limita su misión a señalar las bases fundamentales de la Federación de Repúblicas Soviéticas de Rusia (…).
Con este contenido, no resulta extraño que cuando Sverdolv instó a la Asamblea a que aprobara la Declaración se encontrara con una oposición frontal y mayoritaria. Por 244 votos contra 151, la Asamblea eligió como presidente a Viktor Chernov, el dirigente eserista, y decidió mantener el ejercicio de las funciones para las que había sido elegida. El discurso inaugural de Chernov insistió en que el problema de la tierra ya había quedado resuelto al pasar a ser propiedad comunal de los campesinos dispuestos a cultivarla y aptos para hacerlo y señaló que el problema pendiente de mayor gravedad era lograr la firma de una paz sin vencedores ni vencidos sin que se tratara de una paz por separado. Dado el carácter democrático y representativo de la Asamblea, si los soviets la respetaban, Rusia podría conocer la libertad y la paz, pero si no era así, el país se vería arrastrado a la guerra civil.
El fracaso experimentado aquella tarde acabó provocando la salida de los bolcheviques de la sesión. Sin embargo, pese a las amenazas de los guardias rojos, el resto de los diputados continuó reunido. En las horas siguientes, Rusia fue proclamada república federal, se aprobó la entrega de tierras a los campesinos y un programa de paz democrática. Había amanecido ya cuando se levantó la sesión. Al salir, un desconocido se acercó a Chernov para avisarle de que los bolcheviques esperaban el paso de su automóvil para asesinarlo. El informante era también bolchevique, pero le repugnaba una acción de ese tipo.
Sin embargo, la suerte de la Asamblea Constituyente estaba echada. Cuando al mediodía los diputados intentaron regresar a ella, se encontraron con que los accesos al palacio Táuride estaban cubiertos por fuerzas armadas con ametralladoras y dos piezas de artillería. Aquel mismo 19 de enero de 1918, el Comité de Comisarios del Pueblo la declaró disuelta. Los bolcheviques acababan de liquidar la democracia rusa.
Como había previsto Chernov, la insistencia de los bolcheviques en implantar su dictadura arrastró a Rusia a una terrible guerra civil. Durante la misma, Lenin y Trotsky pusieron en funcionamiento todo tipo de medidas de terror cuya creación, posteriormente, se atribuyó de manera injusta a Stalin. De la detención de meros sospechosos en campos de concentración a los fusilamientos en masa, de las represalias sobre familiares a los asesinatos públicos para sembrar el terror, de la deportación de poblaciones enteras a las unidades que debían disparar sobre sus compañeros para evitar las retiradas, todo fue ideado ya por Lenin y Trotsky. Los documentos desclasificados a partir de los años noventa del pasado siglo han dejado de manifiesto que Lenin afirmó vez tras vez ante el asombro de algunos de los eseristas coaligados con los bolcheviques que la única manera de mantenerse en el poder era utilizar el terror de masas y que, realmente, fue consecuente con sus planteamientos.
Cuando concluyó la guerra civil, el Ejército Rojo había tenido más de tres cuartos de millón de muertos; el Blanco, algo más de 100.000, un cuarto de millón de campesinos perdió la vida en los distintos alzamientos contra los bolcheviques, más de dos millones de personas perecieron como consecuencia del hambre, el frío, la enfermedad y el suicidio, y otros dos millones se vieron obligados a exiliarse. Para decenas de millones de personas en Rusia, el panorama que se extendería en los años futuros sería de deportación, tortura, exterminio y muerte.
Sin embargo, el modelo expuesto por Lenin en la Declaración estaría llamado a tener un enorme éxito en el futuro. En las siguientes décadas, los comunistas siempre se encontrarían en minoría y jamás ganarían unas elecciones democráticas pero, como su principal mentor, no considerarían que esas circunstancias fueran obstáculo suficiente para hacerse con el poder. Continuando el patrón de la Declaración, se atribuirían la representatividad del pueblo que los había rechazado en las urnas, liquidarían los sistemas democráticos alegando que los mismos sólo representaban a los opresores, sustituirían los órganos representativos por otros controlados por el partido comunista, estatalizarían parte de la propiedad y suprimirían todo tipo de libertades en paralelo al exterminio físico de sectores enteros de las diversas poblaciones. Convencidos, siquiera tácitamente, de que sólo el terror podía mantenerlos en el poder, crearían los sistemas políticos más complejos de la historia y las redes de represión más refinadas. Los parlamentos democráticamente elegidos sólo servían para ser disueltos y sustituidos por entes controlados por el partido comunista. De cara al exterior, lo mismo que lograba el terror interno lo conseguiría la propaganda.
El esquema se repitió vez tras vez pero, poco a poco, ha ido colapsándose en todo el mundo. La razón fundamental no ha sido ni la sensatez de los intelectuales (que no pocas veces cantaron las loas de personajes como Stalin o Mao, responsables de la muerte de decenas de millones de inocentes) ni la vigilancia de las democracias (que coquetearon con dictaduras terribles sólo porque el dinero no tiene color) ni tampoco la presión de potencias como Estados Unidos, que en más de una ocasión fue derrotada en sus enfrentamientos con el comunismo. La causa fundamental es que el sistema creado por los redactores de la Declaración era inoperante además de perverso, y acabó desplomándose por el peso de su propia ineficacia.
Excelente trabajo, veraz. claro y objetivo.
ResponderEliminarParticularmente interesante es la tercera parte, por ser la que con más frecuencia se pasa por alto.