
(Continúa de la entrada anterior)
Las aportaciones extranjeras se agruparon por naciones. Francia envió una pequeña fuente que arrojaba agua de colonia y una estatua de zinc de la reina Victoria. El escultor americano Hiram Power presentó su propia versión de un esclavo griego “desnudo y puesto a la venta para que lo compre algún bárbaro oriental”. Samuel Colt expuso un revólver. Alfred Krupp, “un fabricante de Essen”, un cañón. Se mostraban cerraduras americanas baratas para competir con las inglesas y el telégrafo eléctrico de Siemens para competir con el británico. Había también un “tipógrafo”, antepasado de la máquina de escribir. Las Antillas enviaron marfil y perlas, Australia, carne en conserva y Chile un bloque de oro bruto de 152 kg. de peso. Las participaciones británicas estaban patrocinadas por la Royal Society of Arts, presidida por el Príncipe Alberto. Los miembros de esta sociedad visitaron a industriales y presidentes de diversas compañías, quienes prometieron miles de productos. Entre ellos figuraban una bañera mecánica para señoras, tirantes elásticos, cocinas de gas, una nariz de plata artificial, un casco submarino patentado, diversos tipos de máquinas voladoras, un “paraguas defensivo con estilete”, una locomotora express y el mencionado bloque de carbón de 24 toneladas.
La exposición fue una idea personal de Alberto. Decenas de caricaturas de la época le representaron pidiendo limosna para financiar su proyecto, en el que pocos creyeron al principio. Algunas de las críticas eran tan duras como delirantes, y procedían de lo más granado de la alta sociedad londinense y de figuras extranjeras tan influyentes como el rey de Prusia, un pariente de Victoria y Alberto que temía, entre todos los males, que los “rojos socialistas” aprovecharan la confusión del acontecimiento para asesinarle durante una de sus frecuentes visitas a Londres. El príncipe consorte le remitió la siguiente carta:
“Los matemáticos han calculado que el Palacio de Cristal se hundirá en cuanto sople un

La exposición dependió de fondos particulares, no públicos, y de una organización privada, no burocrática. Los contratistas de la construcción garantizaron el costo del proyecto en una fase crítica. El evento costó 336.000 libras y se hicieron llamamientos a empresarios, se organizaron banquetes para recaudar fondos, se enviaron circulares, se editaron folletos y se anunció el acontecimiento en la prensa con el fin de estimular la participación pública. La reina aportó 1.000 libras y el Príncipe Alberto 500, mientras miles de trabajadores y ciudadanos de a pie contribuyeron con modestas aportaciones, fruto de su trabajo.
Diversos comités gubernamentales se dirigieron a dignatarios cívicos, embajadores y Jefes de

El pánico cundió al descubrir que China no había enviado suficientes artículos para cubrir sus 28 m2 de pabellón. Los miembros de la Comisión Real “saquearon” literalmente a los coleccionistas privados de tesoros orientales, reuniendo así apresuradamente unas 50 cajas con todo tipo de artículos. Los 113 productos aportados por Rusia, entre los que figuraban pieles de tigre y armaduras, no llegaron a tiempo por hallarse los puertos del norte del país bloqueados por el hielo, y no fue posible exhibirlos el día de la inauguración.

Todos los objetos expuestos se dividieron en grupos y se sometieron al dictamen de jurados internacionales. Los premios mostraron la preeminencia de la destreza británica en ingeniería más que en diseño. En el grupo “Muebles, Tapizados, Papeles pintados, Papier-Maché y Artículos Barnizados”, los franceses ganaron cuatro medallas de un total de cinco. Pero en “Fabricación de Máquinas y Herramientas”, Gran Bretaña ganó 17 medallas de 24.
Entre el 1 de mayo y el 15 de octubre de 1851, día de la clausura, excluidos los domingos y los dos últimos días, en los que no se admitió público, el Palacio de Cristal recibió 6.063.986 visitantes. Algunos de ellos, como la reina, acudieron varias veces. Ya varias semanas antes de la inauguración, los curiosos se acercaban hasta el fabuloso Palacio de Cristal para contemplar los productos que iban llegando. La compañía de ferrocarril ofreció billetes a precios reducidos hasta Londres, y un servicio especial de transbordadores que hacía la travesía del Canal trasladó a


Sin embargo, los mensajes que pretendió proclamar tuvieron menos éxito. La Guerra de Crimea, que estalló en 1854, ahogó las esperanzas de paz. El comercio estimuló rivalidades y conflictos tanto como la interdependencia. Gran Bretaña perdió su ventaja industrial. El evangelio del trabajo perdió su fervor. La estructura de hierro y cristal abrió una nueva era en la arquitectura. Gran parte de los objetos exhibidos fueron menospreciados en cuanto cambiaron las modas en cerámica y mobiliario.
Terminada la exposición, el Palacio de Cristal se trasladó a un nuevo emplazamiento en el sur de Londres. Allí ardió completamente la noche del 1 de diciembre de 1936. El resplandor se divisó en todo Londres.
Hola Manuel, muy interesante tu artículo! ¿Tienes información sobre las empresas españolas que participaron en la exposición? ¡Gracias!
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarPues no, he buscado pero ese dato tan especializado no lo tengo entre mi biblioteca. No obstante, si estás muy interesado, podrías probar a repasar el catálogo oficial de la exposición. Google lo ofrece en el siguiente link:
http://www.google.es/books?id=OfMHAAAAQAAJ&source=gbs_summary_s&redir_esc=y
Un saludo
Existe una tesis doctoral sobre las empresas españolas participantes, puede verse en tesis en red. Es de Ana Belén Lasheras, universidad de Cantabria.
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