domingo, 21 de agosto de 2011
Chirico: "Misterio y Melancolía en una Calle" (1914)
Pocas veces la primavera había hecho brotar más flores que en 1914; el cielo era azul y suave y el aire cálido. Los habitantes de las capitales europeas disfrutaban de los cafés y los parques. En los centros de veraneo en la costa, se bailaba bajo los castaños al compás de música de los conciertos al aire libre. Y en sus despachos, los diplomáticos calculaban y se preocupaban. En los Balcanes, los intereses vitales de los imperios austríaco, ruso y turco estaban en equilibrio, pero era un equilibrio inestable y muchos nacionalistas estaban convencidos de que su nación se beneficiaría de deshacerlo.
Cuando el archiduque austríaco fue asesinado en Sarajevo por un nacionalista eslavo, el gobierno austríaco calculó que era entonces o nunca si quería conseguir sus intereses en los Balcanes. Animados por sus aliados alemanes, que creían que la guerra con los franceses era inevitable y que las posibilidades de Alemania eran mejores en 1914 de lo que lo serían en 1918, los austríacos presentaron a los serbios un ultimátum humillante. Pero los rusos se habían nombrado a sí mismos protectores de los serbios y tenían una estrecha alianza con los franceses. Por otro lado, nadie sabía lo seriamente que los británicos se tomaban su propia alianza con los franceses…
La presión fue subiendo, lentamente al principio, y rápidamente luego. Cuando una de las partes estableció un impuesto bélico, la otra respondió alargando la duración del servicio militar; cuando una impuso una movilización parcial, la otra impuso una movilización total. El mando alemán estaba convencido de que para vencer a Francia y Rusia, primero tenía que destruir a la primera, rápidamente, antes de que los lentos rusos pudieran reunir sus ejércitos. Pero eso significaba que tenían que asestar el primer golpe; no podían dejar que los rusos se movilizaran. La voluntad humana parecía impotente frente a los acontecimientos que se iban desarrollando, los planes decididos hacía tiempo, las necesidades estratégicas, las exigencias del prestigio nacional… porque lo más aterrador de todo esto, de la guerra más sangrienta que Europa había conocido nunca, era que nadie la quería.
En París, Giorgio de Chirico, que tenía entonces veintiséis años, sentía que la vida era demencial y no tenía sentido. Hijo de un ingeniero de ferrocarriles italiano, nació en Grecia y creció en medio de leyendas antiguas, mitos, tragedias y un fuerte sentido del destino. Creía en las señales y la predestinación, en los lugares mágicos y la astrología y estudiaba la antigua religión de los griegos. También era un estudioso de Nietzsche y Schopenhauer.
Lo que De Chirico creía respecto al sinsentido y el horror de su tiempo cobraba expresión por medio de esos símbolos e ideas. Fue uno de los pintores modernos más verdaderamente “inquietantes”. De Chirico evocaba unas piazzas italianas amenazadoras que parecen encerrar la llave de la catástrofe que se avecina. Sus fachadas con columnatas parecen ser la superficie de un mundo aislado, reflejar la caliente luz del mediodía tras los postigos cerrados. El propósito de su “pintura metafísica” era revelar las fuerzas, los temores, las emociones y las sombras invisibles, ocultas tras el mundo de las cosas visibles. Jugaba con alusiones y, al igual que los antiguos, se deleitaba en los enigmas y acertijos, como los de la Esfinge, el oráculo de Delfos y los Libros Sibilinos.
¿Cuál es el significado del cuadro de 1914 “Melancolía y misterio de una calle”? ¿Significa, quizá, el anonimato, la soledad y la amenaza de una gran ciudad? La obra parece evocar un estado de ánimo que muchos de nosotros hemos sentido antes, de maldad y muerte, de algo inevitable y sin sentido, que nos aniquila. Es difícil no ver la obra como una profecía de lo que, en aquel entonces, se llamó “La Gran Guerra”.
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