domingo, 17 de enero de 2010

1942-Los halcones de la noche - Edward Hopper


A pesar de que en el siglo XX muchos artistas siguieron el camino hacia la abstracción, el arte figurativo continuó practicándose. Algunos artistas lo utilizaron para expresar cuestiones sociales y denunciar pobreza o marginación. Artistas de Estados Unidos y Europa plasmaron las consecuencias de la depresión económica y de la inestabilidad social durante el período de entreguerras. Edward Hopper fue uno de ellos.

En los cuadros urbanos de Edward Hopper no hay rascacielos. Tampoco hay enormes redes de autopistas, extensas agrupaciones de tiendas, fábricas ni barrios bajos. Los afroamericanos, los latinos o los asiáticos están igualmente ausentes de sus escenas ciudadanas. Hopper (1882-1967), nacido en Nueva York, estudió publicidad, asistió a la escuela de arte e hizo varios viajes a Europa antes de empezar a trabajar como dibujante en una empresa de publicidad. Solo pintó el Estados Unidos blanco, de clase media, con referencias ocasionales a su civilización mecánica: una gasolinera desierta o una máquina de escribir abandonada. Se le sigue considerando el mejor pintor realista de su generación.

Los cuadros de Hopper retratan la vida cotidiana americana, entre 1920-1960, destacando, en particular, su monotonía. Se negó a cantar himnos de alabanza a la tierra de las oportunidades sin límite. Pensaba que Estados Unidos era “repugnantemente caótico” y dirigió su atención hacia la gente ignorante, vulgar y corriente, hacia los que no empezaron fregando platos antes de convertirse en millonarios. Al pintar las actividades triviales y, al parecer faltas de alegría de la vida de cada día, evitó manifestar brillantez técnica y precisión artística.


Hay una monotonía paralizante, casi trágica, una ansiedad sigilosa, tanto si insinúa unas interminables extensiones despobladas, más allá de los árboles que bordean una carretera desierta, como la escualidez deprimente de las viviendas de Manhattan vistas bajo el resplandor hostil del tren elevado. Hopper solía pintar sus figuras sobre el fondo de la ciudad de Nueva Yorkn que, en la primera parte del siglo XX, ya había engullido a tres millones y medio de vidas anónimas.
Pocos cuadros son más inquietantes que “Los halcones de la noche”. Según el propio Hopper, la obra muestra un restaurante en un cruce de Greenwich Avenue. Simplificó la melancólica escena y agrandó el restaurante. Explicó que, más o menos instintivamente, había tratado de retratar la soledad de una gran ciudad. Hopper nunca azucaraba nada.

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