Intenta pensar en tu primer recuerdo. Quizá imágenes de una fiesta de cumpleaños o pasajes de unas vacaciones familiares. Ahora procura ubicar temporalmente esos recuerdos. Lo normal es que la memoria no se extienda más atrás del tercer cumpleaños. De hecho, sólo se recuerdan cosas aisladas del periodo que va de los 3 a los 7 años aunque los álbumes de fotografías familiares puedan recuperar más imágenes del fondo de la mente.
Los psicólogos se refieren a esta incapacidad de la mayor parte de los adultos a la hora de recordar acontecimientos de su primera infancia, incluido el nacimiento, como amnesia infantil. Sigmund Freud fue el primero en acuñar ese término en 1899 para explicar los pocos recuerdos que los adultos conservan de sus primeros años. Freud teorizaba que se trataba de un medio de reprimir impulsos sexuales traumáticos. Para bloquear esos latigazos involuntarios del inconsciente y proteger el ego consciente, Freud creía que los humanos dan forma a una especie de recuerdos “pantalla” o versiones reelaboradas de los acontecimientos de sus primeros años.
Más de cien años después, los investigadores aún tienen que dar con una explicación precisa de por qué sucede la amnesia infantil. Sólo desde hace veinte años se viene investigando la memoria infantil a la búsqueda de una respuesta satisfactoria. Por el contrario, esas investigaciones han dado con una nueva serie de preguntas acerca de los matices de la memoria en los niños.
Durante mucho tiempo, la explicación para la amnesia infantil se basaba en la creencia de que las partes del cerebro infantil responsables de la fijación de la memoria se encontraban aún sin desarrollar. A partir de los tres años, las habilidades memorísticas de los pequeños se incrementaban rápidamente hasta niveles adultos.
Sin embargo, los psicólogos han descubierto que niños de tres y seis meses pueden guardar recuerdos durante mucho tiempo. La diferencia estriba en qué tipo de recuerdos son los que “graban”. Por ejemplo, parece que los bebés nacen con una serie de recuerdos implícitos, inconscientes. Al mismo tiempo, la memoria explícita o episódica –la que registra acontecimientos específicos- no guarda información acerca de ese periodo de tres años, lo que explica el por qué la gente no recuerda el momento de su nacimiento.
Pero, ¿por qué sucede esto y qué cambios tienen lugar en esos años? Y, si como bebés podemos tener recuerdos, ¿por qué no los conservamos al ir creciendo?
Para dar forma a los recuerdos, los humanos creamos sinapsis o conexiones entre las células cerebrales. Ello sirve para codificar la información sensorial de una vivencia en nuestra memoria. Desde ahí, nuestros cerebros “organizan” la información en categorías y la unen a datos similares, lo que recibe el nombre de consolidación. Para la que la memoria perdure, debemos “revivir” periódicamente esos recuerdos y “recorrer” las sinapsis iniciales, “reforzando” las conexiones existentes.
Los estudios han refutado la opinión de que los bebés son incapaces de codificar información que sirva de recuerdo. Por ejemplo, en un experimento con niños de dos y tres meses, se conectó las piernas de los bebés a un cablecito unido a un colgante con figuras móviles colocado sobre ellos. Aprendieron (y, por lo tanto, recordaron) que pateando sus piernas hacían moverse el colgante. En una fase posterior del experimento, se puso a los niños bajo el colgante, esta vez sin cuerda atada a las piernas. Los niños recordaban que debían mover sus piernas para agitar el colgante, y así lo hacían, aunque esta vez su truco no les daba resultado. Cuando se repitió el experimento con niños de seis meses, éstos aprendieron la relación “mover piernas-colgante móvil” mucho más rápidamente, lo que indicaba que su habilidad para codificar información como recuerdos se aceleraba gradualmente con el tiempo en lugar de producirse un único y súbito “empujón” a los tres años.
Todo esto podría estar relacionado con el desarrollo del córtex prefrontal. Esta zona del cerebro, que se activa durante la codificación y recuperación de recuerdos explícitos, no está totalmente operativa al nacer. Sin embargo, a los 24 meses, el número de sinapsis del córtex ya ha alcanzado el nivel adulto. Además, el tamaño del hipocampo en la base del cerebro crece gradualmente hasta el segundo o tercer año de vida. Y este es un dato importante, porque el hipocampo determina qué información sensorial va a ser transferida a la “memoria a largo plazo”
Pero, ¿qué hay acerca de la memoria implícita? Almacenada en el cerebelo, la memoria implícita es esencial para los recién nacidos, ya que les permite asociar sentimientos de calidez y seguridad con el sonido de la voz de su madre, dirigiéndose instintivamente hacia ella para alimentarse. Habiendo confirmado la presencia de esta memoria a tan temprana edad, los estudios han revelado que experimenta pocos cambios a medida que envejecemos. Incluso en muchos casos de amnesia en adultos, las habilidades implícitas como montar en bicicleta o tocar el piano, a menudo sobreviven al trauma cerebral que causó la amnesia.
Ahora que sabemos que los bebés tienen una fuerte memoria implícita y que son capaces de codificar datos en la memoria explícita, podríamos deducir que la amnesia infantil puede provenir de algún fallo a la hora de recuperar recuerdos explícitos. A menos que estemos pensando específicamente en un acontecimiento pasado, ha de tener lugar algún tipo de “chispa”, de estímulo que dispare el mecanismo de recuperación de un recuerdo explícito.
Nuestros primeros recuerdos pueden permanecer bloqueados y aislados de nuestro mundo consciente debido a que en el momento de codificarse carecíamos de habilidades verbales. Un estudio del año 2004 rastreó la relación que existía entre el aprendizaje del lenguaje en niños de 27 a 39 meses y su capacidad para recordar un acontecimiento vivido. Los investigadores averiguaron que si los niños no conocían las palabras para describir el hecho cuando sucedió, aunque luego aprendieran el lenguaje necesario para ello, no podían describirlo.
El acto de reconocerse en el espejo es uno de los primeros indicadores del desarrollo de la memoria autobiográfica. Verbalizar nuestros recuerdos personales contribuye a este tipo de memoria, que nos ayuda a definir nuestro sentido del “yo” y la relación que establecemos con la gente que nos rodea. Estrechamente relacionado con ello está la habilidad de reconocerse uno mismo. Algunos investigadores han propuesto la teoría de que los niños no desarrollan la capacidad de reconocerse y una identidad personal hasta los 16-24 meses.
Además de todo esto, desarrollamos una memoria de nuestro pasado cuando comenzamos a organizar los recuerdos dentro de un contexto. Muchos niños de preescolar pueden detallar las diferentes partes de un suceso en orden secuencial, como por ejemplo lo que pasó el día que fueron al zoo. Pero no es hasta que cumplen cinco años cuando son capaces de comprender las ideas de tiempo y pasado y situar aquella visita al zoo dentro de una línea temporal mental.
Los padres juegan un papel fundamental en el desarrollo de la memoria autobiográfica de sus hijos. Las investigaciones muestran que la manera en que los progenitores recuerdan verbalmente acontecimientos con sus hijos se relaciona con el estilo narrativo de éstos incluso años después. En otras palabras, niños cuyos padres les cuentan en detalle cosas como fiestas de cumpleaños o viajes al zoo, serán capaces de describir más vívidamente sus propios recuerdos. Y, curiosamente, la memoria autobiográfica tiene un componente cultural: los recuerdos personales de los occidentales se centran más en uno mismo, mientras que los orientales lo hacen situándose en contextos de grupo.
Existen más explicaciones detalladas relacionadas con la amnesia infantil, pero la estructura cerebral, el lenguaje y el sentido del yo son sus bases. Y, por cierto, relacionado con todo esto, algunas personas afirman recordar acontecimientos pre-verbales e incluso fragmentos de la vida en el útero. Existe una forma de psicoanálisis llamado terapia primal, que se centra en tempranos recuerdos de corte traumático, algo parecido a lo que defendía Freud. La terapia primal trata de conectar el dolor del paciente con el de su nacimiento, “trasladándolos” mentalmente a los recuerdos de ese momento en un proceso al que se denomina “renacimiento”. A pesar de episodios anecdóticos, no existen estudios científicos que verifiquen la autenticidad de dichas experiencias ni que demuestren que en el cerebro existen realmente esos recuerdos almacenados en sitio alguno.
Los psicólogos se refieren a esta incapacidad de la mayor parte de los adultos a la hora de recordar acontecimientos de su primera infancia, incluido el nacimiento, como amnesia infantil. Sigmund Freud fue el primero en acuñar ese término en 1899 para explicar los pocos recuerdos que los adultos conservan de sus primeros años. Freud teorizaba que se trataba de un medio de reprimir impulsos sexuales traumáticos. Para bloquear esos latigazos involuntarios del inconsciente y proteger el ego consciente, Freud creía que los humanos dan forma a una especie de recuerdos “pantalla” o versiones reelaboradas de los acontecimientos de sus primeros años.
Más de cien años después, los investigadores aún tienen que dar con una explicación precisa de por qué sucede la amnesia infantil. Sólo desde hace veinte años se viene investigando la memoria infantil a la búsqueda de una respuesta satisfactoria. Por el contrario, esas investigaciones han dado con una nueva serie de preguntas acerca de los matices de la memoria en los niños.
Durante mucho tiempo, la explicación para la amnesia infantil se basaba en la creencia de que las partes del cerebro infantil responsables de la fijación de la memoria se encontraban aún sin desarrollar. A partir de los tres años, las habilidades memorísticas de los pequeños se incrementaban rápidamente hasta niveles adultos.
Sin embargo, los psicólogos han descubierto que niños de tres y seis meses pueden guardar recuerdos durante mucho tiempo. La diferencia estriba en qué tipo de recuerdos son los que “graban”. Por ejemplo, parece que los bebés nacen con una serie de recuerdos implícitos, inconscientes. Al mismo tiempo, la memoria explícita o episódica –la que registra acontecimientos específicos- no guarda información acerca de ese periodo de tres años, lo que explica el por qué la gente no recuerda el momento de su nacimiento.
Pero, ¿por qué sucede esto y qué cambios tienen lugar en esos años? Y, si como bebés podemos tener recuerdos, ¿por qué no los conservamos al ir creciendo?
Para dar forma a los recuerdos, los humanos creamos sinapsis o conexiones entre las células cerebrales. Ello sirve para codificar la información sensorial de una vivencia en nuestra memoria. Desde ahí, nuestros cerebros “organizan” la información en categorías y la unen a datos similares, lo que recibe el nombre de consolidación. Para la que la memoria perdure, debemos “revivir” periódicamente esos recuerdos y “recorrer” las sinapsis iniciales, “reforzando” las conexiones existentes.
Los estudios han refutado la opinión de que los bebés son incapaces de codificar información que sirva de recuerdo. Por ejemplo, en un experimento con niños de dos y tres meses, se conectó las piernas de los bebés a un cablecito unido a un colgante con figuras móviles colocado sobre ellos. Aprendieron (y, por lo tanto, recordaron) que pateando sus piernas hacían moverse el colgante. En una fase posterior del experimento, se puso a los niños bajo el colgante, esta vez sin cuerda atada a las piernas. Los niños recordaban que debían mover sus piernas para agitar el colgante, y así lo hacían, aunque esta vez su truco no les daba resultado. Cuando se repitió el experimento con niños de seis meses, éstos aprendieron la relación “mover piernas-colgante móvil” mucho más rápidamente, lo que indicaba que su habilidad para codificar información como recuerdos se aceleraba gradualmente con el tiempo en lugar de producirse un único y súbito “empujón” a los tres años.
Todo esto podría estar relacionado con el desarrollo del córtex prefrontal. Esta zona del cerebro, que se activa durante la codificación y recuperación de recuerdos explícitos, no está totalmente operativa al nacer. Sin embargo, a los 24 meses, el número de sinapsis del córtex ya ha alcanzado el nivel adulto. Además, el tamaño del hipocampo en la base del cerebro crece gradualmente hasta el segundo o tercer año de vida. Y este es un dato importante, porque el hipocampo determina qué información sensorial va a ser transferida a la “memoria a largo plazo”
Pero, ¿qué hay acerca de la memoria implícita? Almacenada en el cerebelo, la memoria implícita es esencial para los recién nacidos, ya que les permite asociar sentimientos de calidez y seguridad con el sonido de la voz de su madre, dirigiéndose instintivamente hacia ella para alimentarse. Habiendo confirmado la presencia de esta memoria a tan temprana edad, los estudios han revelado que experimenta pocos cambios a medida que envejecemos. Incluso en muchos casos de amnesia en adultos, las habilidades implícitas como montar en bicicleta o tocar el piano, a menudo sobreviven al trauma cerebral que causó la amnesia.
Ahora que sabemos que los bebés tienen una fuerte memoria implícita y que son capaces de codificar datos en la memoria explícita, podríamos deducir que la amnesia infantil puede provenir de algún fallo a la hora de recuperar recuerdos explícitos. A menos que estemos pensando específicamente en un acontecimiento pasado, ha de tener lugar algún tipo de “chispa”, de estímulo que dispare el mecanismo de recuperación de un recuerdo explícito.
Nuestros primeros recuerdos pueden permanecer bloqueados y aislados de nuestro mundo consciente debido a que en el momento de codificarse carecíamos de habilidades verbales. Un estudio del año 2004 rastreó la relación que existía entre el aprendizaje del lenguaje en niños de 27 a 39 meses y su capacidad para recordar un acontecimiento vivido. Los investigadores averiguaron que si los niños no conocían las palabras para describir el hecho cuando sucedió, aunque luego aprendieran el lenguaje necesario para ello, no podían describirlo.
El acto de reconocerse en el espejo es uno de los primeros indicadores del desarrollo de la memoria autobiográfica. Verbalizar nuestros recuerdos personales contribuye a este tipo de memoria, que nos ayuda a definir nuestro sentido del “yo” y la relación que establecemos con la gente que nos rodea. Estrechamente relacionado con ello está la habilidad de reconocerse uno mismo. Algunos investigadores han propuesto la teoría de que los niños no desarrollan la capacidad de reconocerse y una identidad personal hasta los 16-24 meses.
Además de todo esto, desarrollamos una memoria de nuestro pasado cuando comenzamos a organizar los recuerdos dentro de un contexto. Muchos niños de preescolar pueden detallar las diferentes partes de un suceso en orden secuencial, como por ejemplo lo que pasó el día que fueron al zoo. Pero no es hasta que cumplen cinco años cuando son capaces de comprender las ideas de tiempo y pasado y situar aquella visita al zoo dentro de una línea temporal mental.
Los padres juegan un papel fundamental en el desarrollo de la memoria autobiográfica de sus hijos. Las investigaciones muestran que la manera en que los progenitores recuerdan verbalmente acontecimientos con sus hijos se relaciona con el estilo narrativo de éstos incluso años después. En otras palabras, niños cuyos padres les cuentan en detalle cosas como fiestas de cumpleaños o viajes al zoo, serán capaces de describir más vívidamente sus propios recuerdos. Y, curiosamente, la memoria autobiográfica tiene un componente cultural: los recuerdos personales de los occidentales se centran más en uno mismo, mientras que los orientales lo hacen situándose en contextos de grupo.
Existen más explicaciones detalladas relacionadas con la amnesia infantil, pero la estructura cerebral, el lenguaje y el sentido del yo son sus bases. Y, por cierto, relacionado con todo esto, algunas personas afirman recordar acontecimientos pre-verbales e incluso fragmentos de la vida en el útero. Existe una forma de psicoanálisis llamado terapia primal, que se centra en tempranos recuerdos de corte traumático, algo parecido a lo que defendía Freud. La terapia primal trata de conectar el dolor del paciente con el de su nacimiento, “trasladándolos” mentalmente a los recuerdos de ese momento en un proceso al que se denomina “renacimiento”. A pesar de episodios anecdóticos, no existen estudios científicos que verifiquen la autenticidad de dichas experiencias ni que demuestren que en el cerebro existen realmente esos recuerdos almacenados en sitio alguno.
Encontré este blog porque busqué en Google "recordar el propio naciemiento".
ResponderEliminarEn mi caso, siempre he recordado cuando me enseñaron a caminar (10 meses), cuando me oradaron las orejas (recién nacida), cuando me cambiaban el pañal (hasta recuerdo el nombre de la crema que usaban en el área del pañal) y soy la última nieta de ambos lados de la familia, así que nunca hubo bebés menores que yo como para "tomar prestados sus recuerdos".
También recuerdo mis sueños monocromáticos siendo bebé, que consistían en patrones repetitivos, como de telas con lunares... Recuerdo mis pesadillas recurrentes y una de ellas en particular, que no consistía en imágenes, sino en sensaciones táctiles y en cuanto pude hablar comencé a contarla, porque la tenía tres veces al año como mínimo. No fue sino hasta años más tarde que comprendí que ese "sueño/pesadilla" era el recuerdo de mi nacimiento. Ojalá la psicología progrese lo suficiente como para explicar esto.
Me gustó mucho lo claro y conciso de su blog.
¡Éxitos!
me pasa algo similar, pero dudo si es mi imaginación o algo de certeza...
ResponderEliminarYo recuerdo perfectamente mi nacimiento, siempre lo he recordado, hasta recuerdo el cachete que me dieron en el culete, fue el primer golpe que me dio la vida. Muy traumático fue todo, porque yo no quería dejar el lugar tranquilo que estaba ocupando, sin embargo una fuerza superior a mi me expulsaba por el estrecho conducto que me aprisionaba.
ResponderEliminarTambién tengo el recuerdo de lo primero que vi en color, era el azul claro, creo que era el color de las paredes de la alcoba donde estaba mi cuna.
Recuerdo ese gigante pezón del que me mamaba, a pesar que solo me dieron el pecho durante mi primer mes de vida.
Recuerdo el gusto que sentía cuando me cambiaban el pañal y me ponían esa cosa blanca que después supe que se llamaba talco.
Recuerdo las bolitas de colores que hacía girar en mi tacatá.
También recuerdo los botones redondos, azules y acristalados que tenía un abriguito que me ponían para salir de paseo.
Recuerdo el sabor de mi chupete.
Durante muchos años, he recordado el olor de una comida que me encantaba y que nunca sabía que era, por más que le he insistido siempre a mi madre que me hiciera esa comida, ella tampoco sabía a cual me refería. Cuando nació mi hija y le hice su primera papilla casera pude comprobar que ese era el olor que tanto recordaba.
Recuerdo cuando comencé a caminar.
Y recuerdo el día que nació mi hermana, cuando yo tenía 20 meses.
Lo recuerdo completo porque me tuvieron todo el día entre mi padre y mi abuelo, de paseo por la feria para que no estuviera en la casa, y recuerdo que me compraron mi primera muñeca, la que yo elegí, una pequeñita a la que llamé Pili. Pero recuerdo el enorme puesto de muñecas allí colgadas y entre todas ellas una pequeñita que parecía decirme elígeme a mi.
Tengo muchos más recuerdos de mi primera infancia, pero no podría precisar si fueron anteriores o posteriores a los dos años de edad. Los anteriormente citados, sí lo sé, porque no pude tenerlos después. Entonces...¿Cómo se explica esto?
Sinceramente, no creo que recordéis de verdad esas cosas, habéis sido sobreestimulados con determinados temas y habéis fabricado esos recuerdos. Lo siento, pero así es.
ResponderEliminar¿Y se puede saber según tus creencias cómo y de qué manera nos han sobreestimulado?
ResponderEliminarPorque mis recuerdos no son algo que hayan aparecido ahora de repente, me acompañan a lo largo de toda mi vida.
Hola! Me parece muy interesante este blog y me gustaria comentaros lo que me pasó ayer con mi hija de tres años. Estaba jugando con una muñeca y me dice así sin más: mami, yo cuando era bebé estaba en tu barriga y yo buceaba porque habia mucha agua y luego sali por un agujero y te rompi algo porque te hacia pupa. Me quede flipada. Por ls tarde estabamos con su tia y le dije: nena, cuentale a la tia lo de la barriguita y me dijo: no, que me da susto. Flipada estoy. No se que explicación darle porque yo soy de las que cree que los bebes no tienen memoria dentro del seno materno. Que opináis? Gracias
ResponderEliminarPuede haber una explicación perfectamente racional. Es muy posible que tu hija viera algo en la televisión, en algún documental o reportaje, o incluso en algún libro, y comprendiera perfectamente que ella había estado allí... Es muy común que la gente asuma como propios recuerdos de otra gente que una vez escuchó, aunque ya no recuerde a quién.
ResponderEliminarHay que aceptar que existen los recuerdos prenatales, desde que empecé a hablar e contado que recuerdo mi vida anterior a nacer, es decir escuchar voces y hacerme preguntas, sin palabras claro, tengo 40 años y recuerdo el pánico de mi nacimiento, recuerdo que creí que era el fin.
ResponderEliminarApreciados todos, yo también lo recuerdo mi nacimiento con todo tipo de detalles. E. amores, lo que inicialmente escribes, lo podía escribir yo de lo exacto que es con mi experiencia. Recuerdo todo con todo tipo de detalles. Los que no se lo creen es porque no lo recuerdan. No hay nada que discutir con ellos. Solo decirles que ojalá no lo recordara porque el dolor del nacimiento. Es horroroso y no se puede explicar esas sensaciones de dolor, calor en el cuerpo y frío helado en la cabeza cuando sales. Sólo recordarlo casi no puedo evitar llorar. Me encantaría hablar contigo o escribir e mail a E Amores.
ResponderEliminarSinceramente el único dolor que recuerdo fue el cachete en las nalgas, fue inesperado y punzante, durante el nacimiento los recuerdos que tengo es sensación de miedo y desconcierto, y a lo sumo presión, pero no puedo decir que me doliera.
ResponderEliminarMi hijo dice se acuerda de cuando nació, dice que estaba todo oscuro y estaba muy muy agobiado y de repente empezó a ver luz y se sintió muy bien. No se acuerda de más, sólo esa sensación.
ResponderEliminarBueno amigos, muchas veces he contado los recuerdos de mi nacimiento, y los que tengo desde antes de cumplir el año de vida. Es muy dificil que quien no lo vivio lo acepte, y hasta le busque explicaciones "logicas". Soy medico cardiologo y especialista en terapia intensiva, y mi profesion me llevaria a intentar buscar "respuestas organicistas" a estas vivencias.
ResponderEliminarSin embargo son tan claras y reales que cada vez que las recuerdo vienen con su carga afectiva.
Mi experiencia con mi nacimiento es muy semejante a las relatadas por alguno de ustedes màs arriba, recuerdo perfectamente el atravesar ese tunel estrecho, calido, oscuro y humedo hasta la aparicion de la cama, el agua tibia y la habitacion de mis padres. Mi nacimiento fue con los pies hacia adelante (podalica) y mi craneo fue lo ultimo que salio. Estaban mi papà, mi mamà (por supuesto) y el Dr, del cual solo recuerdo una figura gigante y con manos enormes.
Abrazos y a seguir comunicandonos.
Jorge Rodriguez