domingo, 31 de mayo de 2015
Las luciérnagas
Entre la inmensidad de la clase de los insectos (probablemente con más de un millón de especies), se encuentra el orden de los coleópteros, con una impresionante variedad de especies, unas 450.000. Generalmente viven en los bosques tropicales y se cree que las especies catalogadas en la actualidad representan alrededor del 40% del total de insectos y no lejos del 30% del reino animal.
En esta inmensidad de los coleópteros, la luciérnaga o gusano de luz tiene la particularidad de poseer un órgano luminoso (fotógeno) en la parte posterior del abdomen. Aunque la reacción química exacta sea todavía poco conocida, los investigadores explican que esos fotógenos contienen una proteína (la luciferina) cuya oxidación por una enzima (la luciferasa) produce luz. La emisión luminiscente comienza con el crepúsculo, teóricamente en los meses de mayo a septiembre, pero se puede ver sobre todo durante el verano.
Esa señal luminosa que emite sobre todo la luciérnaga hembra colocada en la punta de una brizna de hierba, tiene por objeto principal atraer la atención del macho. Porque sin este astuto subterfugio, hay que confesar que estos dos tendrían muchas dificultades para ligar, pues el macho puede volar y la hembra, no. El macho posee élitros, es decir una especie de capa dura que recubre sus alas posteriores, como un estuche, mientras que la hembra, totalmente desprovista de alas y élitros, debe contentarse con subirse a la hierba para elevarse algo sobre el suelo.
Las luciérnagas son carnívoras y se alimentan principalmente de babosas y caracoles. Temibles cazadores, anestesian literalmente a sus víctimas antes de comérselas y digerirlas con un potente jugo digestivo.
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