viernes, 1 de mayo de 2015
Centro de Comunicaciones del Gobierno británico
El Centro de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ por sus siglas en inglés), que opera en Cheltenham, Inglaterra bajo el mando del Comité Conjunto de Inteligencia, es el encargado de recabar información para el gobierno del Reino Unido y sus fuerzas armadas mediante un sistema de escuchas e interceptación de comunicaciones en todo el mundo. Tiene su sede en un complejo de máxima seguridad conocido como “el Donut”.
Los orígenes del GCHQ datan de 1919, cuando se estableció la Escuela del Gobierno de Códigos y Claves (GCCS por sus siglas en inglés) para descifrar mensajes. Durante la Segunda Guerra Mundial, el GCCS se encontraba en Bletchley park, cerca de Londres, dedicado a la crucial y altamente secreta misión de descifrar la máquina Enigma y el código Lorenz de los alemanes, y desarrollando, paralelamente, los primeros ordenadores automáticos. Los detalles relativos a este trabajo fueron de dominio público solo décadas más tarde. En 1946 se le cambió el nombre por el de GCHQ y se trasladó a Eastcote, en Londres, hasta 1951, y cuando se dividió entre dos lugares diferentes (Oakley y Benhall) en Cheltenham y Gloucestershire.
En los noventa, el GHCQ tuvo que hacer frente a dos grandes desafíos. Por un lado, el fin de la Guerra Fría hizo que se cuestionara su existencia. Por otro, Internet significó nuevos retos tecnológicos. Sin embargo, la guerra contra el terrorismo iniciada el 11 de septiembre de 2001 le asignó un nuevo objetivo, y el personal del centro dedica ahora la misma energía que antes ponía en las llamadas telefónicas y en la interceptación de correo postal a espiar el contenido de mensajes electrónicos, foros o páginas web.
Para sobrevivir en la nueva era, el GCHQ se trasladó en 2003 a un edificio diseñado ex profeso en Benhall. De estructura circular y reforzado en acero –la construcción costó 337 millones de libras-, pronto se ganó el cariñoso sobrenombre de “el Donut”. Sin embargo, ese apodo hace que parezca un lugar mucho más acogedor de lo que en realidad es.
En el interior, unos 5.500 empleados se afanan en identificar y hacer el seguimiento de posibles amenazas a la seguridad nacional. Los detalles de este trabajo son confidenciales y al personal no se le permite divulgar ni sus apellidos. Las visitas no son bien recibidas –el perímetro de la valla que rodea las instalaciones está bajo constante vigilancia- y las llamadas externas no se pasan a no ser que la persona que llama se identifique o provenga de un número de extensión a la centralita. En resumen, ellos te vigilan mucho mejor a ti que tú a ellos.
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