miércoles, 7 de mayo de 2014

Los macarrones




Es incierto el origen histórico de la diversidad de alimentos que englobamos actualmente con el nombre de pasta. Según una edición de 1929 de la revista gastronómica The Macaroni Journal, Marco Polo, en una de sus exploraciones marítimas de Asia, mandó a tierra un marinero de su tripulación para reponer las provisiones de agua dulce. Al desembarcar, el marinero encontró una aldea en la que un nativo y su mujer estaban preparando un extraño alimento en forma de largos hilos que cocían en agua hirviendo. El marinero probó aquel manjar y, enterado por los nativos del secreto de su preparación, lo llevó a Italia, donde la elaboración de la pasta se hizo pronto muy popular. Contaba la revista, además, que el nombre del marinero no era otro que Spaghetti.

Hoy se sabe que esta historia es totalmente falsa. Marco Polo dijo haber comido lasaña elaborada con harina del árbol del pan en Fanfur –lo que se supone que es hoy en día Sumatra-. Sin embargo, la narración de Marco Polo fue publicada en 1298 y hoy sabemos que, veintiún años antes, el notario genovés Scarpa hablaba ya de los macarrones. Mucho antes, los antiguos etruscos comían pasta hecha en casa, como atestiguan los relieves encontrados en una tumba del siglo IV a.C.. Sin embargo, los antiguos romanos no la conocieron. En China, hay indicios de que ya se comía al menos desde finales del siglo I. Para unos, la pasta comenzó a comerse en Italia en la ciudad de Génova; otros creen que fueron los árabes quienes la introdujeron en Sicilia durante el siglo XI. Lo que sí se sabe es que fueron los napolitanos quienes comenzaron a consumirla y producirla a gran escala a principios del siglo XIX.

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