domingo, 2 de marzo de 2014

Hinduísmo: Desafíos a la tradición védica




Durante los siglos V y VI a.C. un cierto número de diferentes movimientos amenazó con socavar los fundamentos de la religión védica. Un grupo de filósofos ateos, por ejemplo, no sólo negaba la existencia de Dios, la autoridad de las escrituras védicas y el concepto de reencarnación, sino que también se negaban a reconocer la posición de los brahmines, los auténticos guardianes de las enseñanzas sagradas, los rituales y los sacrificios. Además, los seguidores de Gautama Buda y de Mahavira, fundador del jainismo, se apartaron de la tradición védica y siguieron sus propios caminos religiosos.

A pesar de todo, la religión védica, según la interpretaban los brahmines, mantuvo su posición dominante hasta la fundación del primer gran Imperio de la India por Chandragupta Maurya (h.321-297 a.C.), con base en el estado de Magadha, al norte de la India. Pero cuando el nieto de Chandragupta, Asoka, se convirtió al budismo y abandonó su autoridad, los brahmines sufrieron un retroceso del que tardaron mucho tiempo en recuperarse.

El poder mauryano declinó tras la muerte de Asoka en 238 a.C. y a finales del siglo II de nuestra era el Imperio se había desintegrado. Los nuevos reinos del norte de India que surgieron de las cenizas del Imperio siguieron el ejemplo de Asoka y abrazaron el budismo. Desde aproximadamente esta época hasta el final del siglo III, el noroeste de India sufrió muchas invasiones. Y durante este agitado período, los brahmines comenzaron a reinterpretar e insuflar nueva vida a la religión védica.

Disminuyeron las ceremonias, acabaron con el sacrificio de animales y desarrollaron su propia tradición filosófica especulativa (que ya vimos en una entrada anterior). También reestructuraron la gran tradición épica india, el Ramayana y el Mahabharata, para apoyar su autoridad. A ambos poemas épicos se les dio la categoría de escrituras sagradas, y sus héroes se convirtieron en reencarnaciones de Visnú. Y desde aproximadamente el año 100, la ley brahmínica fue sistemáticamente compilada en el Manu-Smriti (Leyes de Manu). Este manual fácil de comprender, que aún hoy día tiene influencia, se pronuncia acerca de varios temas, como las formas de matrimonio, los ritos funerarios, los deberes de los reyes, el sistema de castas, la superioridad de los brahmines, el concepto de karma y la naturaleza del alma.

En el siglo IV, la estabilidad política volvió a la India central y del norte cuando una dinastía conocida como los guptas se alzó con el poder en Magadha. Bajo el gobierno de Chandragupta II (h.380-h.415), nieto del fundador de la dinastía, la antigua India alcanzó su cénit cultural, y poetas,
científicos y filósofos fueron recibidos en la corte. Los emperadores guptas dieron más poder a los gobiernos locales y aseguraron que los beneficios de las tierras fuesen recogidos con mayor eficacia. Carreteras bordeadas de numerosas posadas unían las bulliciosas ciudades entre sí, y el comercio floreciente trajo más riqueza al Imperio. Los monasterios budistas surgieron por todas partes y los sacerdotes hindúes disfrutaron del mecenazgo imperial.

Esta época de paz y prosperidad continuó hasta el siglo V, cuando los primeros indicios del movimiento bhakti, en el que las personas expresaban su amor y devoción a un dios particular, surgieron en el sur de India. Este movimiento marcó un giro alejándose del panteón védico de deidades de la naturaleza hacia los dos diferentes cultos de adoración monoteísta de dos insignificantes dioses védicos: Visnú y Rudra, que fue más tarde conocido como Siva. Sin embargo, esta época dorada no iba a durar: hacia finales del siglo V, el trono gupta fue amenazado, pues los nómadas asiáticos conocidos como hunos blancos, iban incrementando sus ataques…

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