jueves, 15 de agosto de 2013

La base subterránea de Dulce




Hay pocos sitios que hayan llamado tanto la atención de los amantes de las conspiraciones como la base de Dulce, un lugar de cuya existencia hay pocas pruebas concretas. Sin embargo, algunos creen que en este sitio se trama una conspiración entre los poderes fácticos y formas de vida alienígena para llevar a cabo experimentos abominables con seres humanos. Exista o no, la base de Dulce por lo menos sirve para ver cómo se extienden las teorías de la conspiración.

Los rumores acerca de una base secreta subterránea en Nuevo México parten de Paul Bennewitz, un empresario del sector tecnológico con un interés especial en la ufología. En los años setenta, Bennewitz empezó a decir veía con frecuencia extrañas luces en el cielo y creía que podían estar relacionadas con la base aérea de Kirtland, a las afueras de su Albuquerque natal. La base era conocida por sus programas secretos de investigación. En 1940, por ejemplo, el personal del Laboratorio Nacional de Los Álamos que trabajaba en el Proyecto Manhattan (con el que se desarrolló la bomba atómica) la usó como centro de transportes. También alberga un complejo subterráneo para almacenar munición del que se dice que es el mayor depósito del mundo de armas nucleares.

Bennewitz no fue el único que dijo haber visto extraños espectáculos nocturnos de luces. En aquella época, Nuevo México también fue escenario de una serie de fenómenos sin aparente explicación, como por ejemplo numerosas mutilaciones de ganado. Por lo visto, Bennewitz contactó con una mujer que bajo hipnosis
describió cómo ella y su hijo habían sido abducidos por extraterrestres y llevados a un subterráneo donde vieron cómo los animales eran mutilados. La mujer también aseguró que le habían insertado un implante que podía controlar su mente.

Esta historia impresionó a Bennewitz, quien siguió recopilando pruebas, como por ejemplo imágenes de vídeo en las que parecen verse las extrañas luces en el cielo. También construyó un sistema de receptores de radio y grabó cintas que contenían, según él, transmisiones desde ovnis. A finales de 1980 se puso en contacto con las autoridades de de Kirtland para hacerles partícipes de lo que para él era una amenaza alienígena. Sus teorías fueron recibidas con cierto escepticismo y muy poco interés.

Pero Bennewitz no desistió en su empeño y continuó con sus pesquisas hasta que en 1982 llamó la
atención de un grupo de estudio de ovnis con cierta credibilidad, la Organización de Investigación de Fenómenos Aéreos (APRO por sus siglas en inglés). William Moore, una de las figuras más importantes de APRO, se hizo amigo de Bennewitz. Por aquel entonces, éste había llegado a la conclusión de que había dos tipos de alienígenas en la Tierra: los buenos, conocidos como “los blancos”, y los malos, conocidos como “los grises”. Los grises, le contó a Moore, vivían en una profunda base subterránea debajo de Archuleta Mesa, cerca de Dulce.

Dulce es un pequeño pueblo cerca de la frontera entre Nuevo México y Colorado, en la reserva Apache de Jicarilla. Con una población de alrededor de 2.500 habitantes, es un lugar tranquilo, discreto y apartado. Cerca del pueblo se levanta la imponente Archuleta Mesa, una montaña de 2.800 m de altitud. Según afirmaba Bennewitz, los grises habían llegado a un acuerdo con la Casa Blanca para llevar a cabo experimentos sobre formas de vida terrestres.

Durante los años ochenta, Moore le facilitó a Bennewitz “pruebas” que corroboraban sus sospechas, y le ayudó a divulgar su historia de que los alienígenas habían llegado al planeta y de que, con la complicidad del Gobierno de EEUU, estaban experimentando con humanos y probando métodos para controlar su mente. Ni que decir tiene que se le trató como a un loco excéntrico.

Más tarde, en 1989, Moore declaró públicamente haber formado parte de un plan –según algunos, trazado con la ayuda de las autoridades de Kirtland- para darle información errónea a propósito. El único motivo de la estratagema parece que fue lograr que Bennewitz se desacreditara a sí mismo. Después de esto, su salud mental se fue deteriorando hasta su muerte en 2003.

Hasta hoy nadie ha podido aportar pruebas fehacientes sobre la existencia de la base de Dulce y todo
indica que no es más que el producto de la imaginación de Bennewitz. Aun así, para muchos la cuestión fundamental prevalece: si Bennewitz no era más que un lunático, ¿por qué molestarse tanto en desacreditarlo? ¿Es posible, se preguntan algunos, que se tropezara con algo que no tuviera ninguna relación con extraterrestres, pero que incomodara a las autoridades? El plan de darle información errónea, ¿fue realmente para despistarle, y convertir con ello la base de Dulce en una tapadera para encubrir un secreto igualmente asombroso? Porque, ¿qué mejor para esconder una verdad secreta que un montón de mentiras? O quizá tenía razón Bennewitz desde un principio…

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