domingo, 7 de abril de 2013

Auguste Rodin - La congelación escultórica del movimiento


 


Acusado durante décadas de ampuloso y provocador, Auguste Rodin es considerado hoy uno de los mejores y más célebres escultores de todos los tiempos. La fuerza expresiva de obras como El pensador, El beso o Balzac, plenas de vitalidad, poesía y sensualidad, supuso la ruptura definitiva con el academicismo y el comienzo de una nueva concepción del arte escultórico.

Rodin es considerado el último de los románticos, tendencia intelectual y artística anterior a su propia época; también se le encuadra dentro del naturalismo por su interés en el hombre como parte de la Naturaleza, y de impresionista por su forma rápida de modelar, más interesada en captar un rasgo de expresividad que en la perfección del acabado. Pero, con independencia de su adscripción a cualquier género o estilo, Rodin fue sobre todo un innovador y un valiente provocador capaz de transmitir toda la creatividad de su genio lejos de la tradición conservadora que había dominado la escultura durante siglos.

La búsqueda de la expresividad basada en el dinamismo y el dramatismo de las formas tuvo su precedente en la figura del escultor francés Jean Baptiste Carpeaux (1827-1875), al que pertenece el en su tiempo polémico grupo La danza (1869) que, como el resto de su obra, está condicionado por el estudio psicológico y la agresividad de las formas renacentistas, las mismas fuentes de las que bebería Rodin.

François-Auguste Rodin había nacido en París (1840) en el seno de una familia humilde. Mal
estudiante y buen dibujante, ingresó en una escuela de artesanía y diseño, donde pronto manifestó su afición por la escultura, vocación que abandonaría al ser rechazado tres veces en su intento de acceder a la Escuela de Bellas Artes y, sobre todo, por la muerte de su hermana María (1862), tras la cual entró como novicio en una orden religiosa. Superado tal trance, decidió continuar su tortuosa andadura artística y durante una década trabajó para otros escultores en París y Bruselas. Su obra más representativa de este periodo, el retrato de un vagabundo conocido como El hombre con la nariz rota (1864), fue presentada en el Salón –la exposición artística francesa más prestigiosa- y rechazada por ser demasiado realista para las puritanas tendencias imperantes.

En 1875, viajó a Italia y entró en contacto directo con la obra de Miguel Ángel, lo que provocó su definitiva ruptura con el academicismo. A su regreso, realizó su primera escultura importante, La edad de bronce (1876), obra controvertida al considerar sus detractores que había sido copiada directamente sobre el cuerpo del modelo. Desde entonces, y aunque la polémica le persiguió incluso después de su muerte, su talento sería internacionalmente reconocido.

En 1880, le fue solicitado el proyecto para esculpir una puerta destinada al Museo de Artes
Decorativas de París: conocida como La puerta del infierno, el artista no previó la magnitud del trabajo que tenía por delante: inspirado por la Divina Comedia de Dante, le tuvo ocupado durante casi 37 años. Se inspiró en personajes de Dante, Baudelaire y Ovidio, pero los transformó en convulsas, voluptuosas y trágicas figuras. En el grupo escultórico se muestra el viaje a través de los reinos del más allá (Infierno, Purgatorio y Paraíso) como un gran fresco de pasiones y emociones humanas, expandiendo el concepto de la escultura tradicional. A su muerte había completado casi 200 figuras individuales, pero la puerta no estuvo terminada a su muerte. Se completó en 1926, nueve años después del fallecimiento de Rodin.

La Puerta del Infierno era una fuente inagotable de ideas. Rodin convirtió en esculturas independientes a algunas de las figuras incluidas en La puerta. Fue el caso de un retrato simbólico de Dante: El pensador, que muestra paradigmáticamente su influencia miguelangelesca. La figura fue el primer trabajo creado por Rodin para ser expresamente expuesta en un lugar público –frente al Panteón, en París, en 1906-.

Su siguiente trabajo de importancia fue un encargo como homenaje al alcalde y a cinco burgueses de Calais que, durante el asedio de 1347 por el rey Eduardo III de Inglaterra, ofrecieron sus vidas a cambio de evitar el saqueo de la ciudad, siendo finalmente perdonados. El autor quiso evitar la clásica estatua conmemorativa y se decantó por eliminar el típico zócalo, lo que desató una larga polémica pero que anticipó la evolución de la escultura a partir de los años sesenta del siglo XX. Rodin representó a los seis vecinos descalzos y con una soga alrededor de sus cuellos aguardando su trágico destino. Obra de fuerte carácter heroico, en Los burgueses de Calais (comenzado en 1884 y finalizado en 1895) cada figura tiene un tratamiento marcadamente individualizado y, a la vez, cada una de ellas presenta múltiples puntos de vista sin perder la unidad del conjunto.

La obra de Rodin parte del estudio y de la abstracción del movimiento. Su trabajo se iniciaba con el análisis minucioso del modelo en vivo, del que elaboraba multitud de esbozos preparatorios, dibujados y en barro, con los que sintetizaba un boceto definitivo que perfeccionaba, entonces sí, con la pose.

Lo que hace a Rodin excepcional es su capacidad para la elección exacta de ese instante que, una vez transferido desde su mente a la materia a través de sus manos –era un gran modelador-, hacía del resto de las tareas escultóricas como la talla de la piedra o la elaboración de los moldes trabajos subsidiarios cuya ejecución definitiva podía dejar en manos de sus ayudantes. De hecho, su estudio en Meudon, cerca de París, se parecía a una fábrica, con más de 50 personas trabajando allí.

Rodin escandalizó a la sociedad por la gran carga erótica de sus figuras. El ciclo de El beso (1886),
concebido como motivo para La puerta del Infierno, es su obra más conocida dentro de esta tendencia (a su muerte dejó muchos esbozos eróticos). Pero la mayor polémica de la carrera de Rodin llegó con una escultura monumental de Balzac, encargada en 1892 por la Sociedad de la Gente de Letras como homenaje al novelista francés. Esta obra supuso un reto para el artista ya que Balzac había muerto en 1850, a lo que se añadía la apariencia nada mítica del escritor. Rodin fue acusado de estafador al no presentar la obra en el plazo pactado; por otro lado, su elección, tras realizar varias estatuas desnudas, de una versión final en la que Balzac aparece cubierto con una especie de bata produjo un inmenso escándalo, llegando a ser tachado Rodin de loco. Este fue un duro golpe para el escultor que consideraba esta obra como su mayor logro y una evolución radical dentro de su estética.

Rodin continuó realizando bocetos de nuevas obras y sacando nuevas copias facsímiles de las anteriores hasta el momento de su muerte en 1917. Considerado en su tiempo por muchos como vulgar y carente de talento, hoy es reconocido como uno de los más grandes escultores de la historia tal como él mismo vaticinó tras el fracaso de su Balzac: “Si la verdad es imperecedera, predigo que mi obra será reconocida por el mundo”.

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