
El pacifismo es el conjunto de ideas y de actitudes que se caracteriza por una oposición moral a la guerra como método para alcanzar fines políticos y resolver conflictos. Existen múltiples formas de pacifismo. Los radicales piden la disolución de los ejércitos y el fin de la fabricación y venta de armas. Otros activistas realizan campañas por cuestiones específicas (por ejemplo, detener las pruebas nucleares o controlar el comercio de armas ligeras). Unos grupos propugnan la oposición a la guerra usando formas de resistencia no violenta, mientras que otros impulsan el entendimiento, la cooperación y la mediación entre partes en conflicto y la promoción de la justicia social, al entender que la paz se logra en el marco de sistemas sociales justos. Además, el movimiento por la paz se ha ido diversificando en distintas tendencias, como el pacifismo religioso, el internacionalismo socialista y los movimientos de objeción de conciencia y de insumisión, entre otros.
En ocasiones, acciones individuales provocan respuestas que impulsan o dan fuerza a campañas concretas, como la de aquel soldado israelí de 19 años que a principios de este siglo se negó a participar en una misión dentro de los Territorios Autónomos alegando que esas zonas palestinas no son su país. Ante los jueces declaró: “Esta no es mi guerra”. Su caso constituye un símbolo para el movimiento pacifista israelí, opuesto a la guerra contra los palestinos, y su frase es la base de una campaña.
El pacifismo como movimiento social tiene menos de dos siglos de vida, pero sus orígenes se

De igual manera, en sus orígenes, la Iglesia cristiana tuvo rasgos pacifistas. Durante los primeros siglos después de Cristo, los cristianos fueron perseguidos por el Imperio romano por negarse a servir en sus legiones. Su renuncia a las armas se inspiraba en las enseñanzas de Jesús, sobre todo en las del Sermón de la Montaña. Tras la conversión del emperador Constantino y la aparición de los cristianos realistas, estas posturas fueron consideradas herejes.

Jean Jacques Rousseau (1712-1778) afirmaba que la guerra entre los estados europeos constituía el obstáculo principal al progreso de las reformas propugnadas por la ilustración. Por ello, la razón exigía su desaparición, pero eso sólo se podía lograr mediante la formación de una federación de Estados europeos. Más tarde se convenció de que ninguno de los distintos países de Europa se sometería a una efectiva autoridad federal.

Por su parte, Immanuel Kant (1724-1804) ejerció una gran influencia en el desarrollo del derecho internacional del siglo XIX. Opinaba que la guerra es “opuesta al derecho”, aun cuando es inevitable. Mantuvo la necesidad del reconocimiento por parte de las naciones de la paz perpetua como meta. Actualmente, Kant es un referente para los que proponen que el sistema internacional funcione a base de pactos sobre cuestiones que configuran el bien común de la humanidad, como la protección de los derechos humanos, del medio ambiente o la paz.

El pacifismo moderno tiene su origen en las numerosas sociedades antibelicistas que se forman en EEUU y Gran Bretaña en los siglos XIX y XX. Grupos religiosos como los cuáqueros serán fundamentales para la generación de ligas por la paz y congresos internacionales. Otra fuente importante de la tradición pacifista procede del movimiento socialista internacionalista, que, sin embargo, se mostró muy contradictorio frente a las guerras mundiales. La Primera Guerra Mundial fue denominada “la guerra que nadie quería”. Los grupos pacifistas socialistas hicieron campañas contra el reclutamiento, pero se produjo una división. Un sector, que se denominó internacionalista, defendía la confrontación al considerar que se trataba de una “guerra para acabar con las guerras”. Otro, pacifista a ultranza, se negaba a luchar en cualquier guerra.
El referente mundial en el uso de la no-violencia lo constituyen las campañas de desobediencia


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