¿Anomalías técnicas? ¿Qué es eso? ¿automóviles con alas? ¿Helicópteros con palas de espuma? Anomalías técnicas es el nombre que da el investigador de la Universidad de Princeton Robert George Jahn a los fenómenos que estudia. Otros utilizarían términos como psicoquinesis o paranormal. La expresión coloquial para lo que él estudia es mente sobre materia. ¿La mente de quién y qué materia? Las mentes de sus voluntarios no entrenados. La materia en este caso son ordenadores especialmente diseñados para medir cambios pequeños pero inequívocos en la realización de funciones simples.
La historia empezó a finales de los 70, cuando un estudiante graduado en Princeton solicitó a Jahn, entonces decano de la Escuela de Ingeniería y Ciencia Aplicada, que supervisase un estudio independiente de fenómenos psíquicos. Jahn, que no estaba especialmente interesado en el tema, quedó persuadido por las buenas calificaciones del estudiante y su argumento de que el proyecto podía necesitar sus habilidades de computación e ingeniería eléctrica. El estudiante pasó a diseñar la máquina que se convirtió en la columna vertebral del trabajo de Jahn, un generador de sucesos aleatorios, o REG (random event generator). El estudiante perdió finalmente el interés en el campo de la psicoquinesis, pero para Jahn resultó ser el inicio de todo un nuevo camino profesional. En 1979, puso en marcha el laboratorio PEAR, para desesperación de muchos de sus colegas.
El REG es básicamente un lanzador de monedas informatizado que hace saltar de forma electrónica doscientas monedas con gran rapidez y luego cuenta el número de caras. En los experimentos de Jahn, los voluntarios “desean” mentalmente que el ordenador favorezca o bien las caras o bien las cruces. Ellos no tienen siquiera que sentarse delante de la pantalla –han participado voluntarios de otros continentes-. En el curso de los años, los voluntarios han sido capaces de provocar una desviación pequeña pero estadísticamente significativa respecto al 50/50, una desviación que uno esperaría que ocurriese por azar sólo una de cada 5.000 veces.
Otra máquina PEAR se llama Murphy, por la ley de Murphy. Murphy, también llamada la máquina de billar eléctrico, recibe el apodo técnico de “cascada mecánica aleatoria”. Murphy lleva 9.000 bolas de poliestireno a una altura de tres metros y luego las suelta, tras lo cual las bolas caen a través de 330 clavijas, para aterrizar en 19 huchas. Todo el proceso necesita doce minutos. Dejadas por sí mismas, caerán más bolas en las huchas centrales que en las exteriores. La tarea de los voluntarios consiste en “desear” que caigan más bolas en las huchas que están a la izquierda o a la derecha del centro. Aquí, también, los voluntarios han producido resultados que pueden ser estadísticamente significativos –pero sólo a la izquierda-. Por supuesto, la palabra importante tanto en el generador de sucesos aleatorios como en la cascada mecánica aleatoria es “aleatorio”.
Aunque Jahn es el abuelo de tal investigación, existen otros en el campo. En 1993, un investigador de Nevada llamado Dean Radin puso en marcha un laboratorio con fondos privados en la Universidad de Nevada llamado Laboratorio de Investigación de la Consciencia. Ha logrado resultados con un generador aleatorio similares a los de PEAR.
Jahn y sus asociados se enfrentan a mucho escepticismo. Cualquiera que sea la explicación de sus resultados, el mundo podría encontrar muchísimas aplicaciones prácticas para la “mente sobre la materia”. Los investigadores están trabajando ya en formas mediante las que las personas paralíticas puedan comunicarse con los ordenadores a través de ondas cerebrales.
¿Conoces algún programa online que realice sucesos aleatorios? Sería interesante probarlo.
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