viernes, 15 de abril de 2011

OVNIS: La gran alucinación colectiva (5)


En los viejos tiempos anteriores a la abducción por extraterrestres, a las personas que subían a bordo de un ovni, según informaban ellas mismas, les ofrecían lecturas edificantes sobre los peligros de la guerra nuclear. Ahora que ya estamos instruidos, los extraterrestres parecen concentrados en la degradación del medio ambiente y el sida. ¿Cómo es que los ocupantes de los ovnis están tan sujetos a las preocupaciones o urgencias de este planeta? ¿Por qué ni siquiera una advertencia ocasional sobre los CFC y la reducción del ozono en la década de los cincuenta, o sobre el virus del VIH en la de los setenta, cuando realmente hubiera podido ser útil? ¿Por qué no alertarnos de una amenaza a la salud pública o el medio ambiente que aún no hayamos imaginado? ¿Puede ser que los extraterrestres sepan sólo lo que saben los que informan de su presencia? Y si uno de los objetivos principales de las visitas de extraterrestres es advertirnos de los peligros globales, ¿por qué decirlo sólo a algunas personas cuyos relatos son sospechosos en todo caso? ¿Por qué no ocupar las cadenas de televisión durante una noche, o aparecer con vívidos audiovisuales admonitorios ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas? Sin duda, no sería tan difícil para seres que vuelan a través de años luz.

El primer “contactado” por los ovnis que tuvo éxito comercial fue George Adamski. Tenía un pequeño restaurante en la falda del monte Palomar de California y montó un pequeño telescopio en el patio trasero. En la cima de la montaña se encontraba el mayor telescopio de la Tierra: el reflector de doscientas pulgadas de la Institución Carnegie de Washington y del Instituto de Tecnología de California. Adamski se adjudicó el título de “profesor” Adamski del “Observatorio” de Monte Palomar. Publicó un libro –que causó sensación- en el que describía que en el desierto cercano había encontrado a unos extraterrestres bien parecidos con largos cabellos rubios y túnicas blancas, que le advirtieron de los peligros de una guerra nuclear. Hablaban desde el planeta Venus (cuyos 460ºC de temperatura de superficie se alzan ahora como barrera a la credibilidad de Adamski). En persona era francamente convincente. El oficial de las Fuerzas Aéreas nombrado responsable de las investigaciones sobre los ovnis de la época describió a Adamski con estas palabras: “Al escuchar su historia cara a cara, tenías una necesidad inmediata de creerle. Quizá fuera su aspecto. Llevaba un mono gastado pero limpio. Tenía el pelo ligeramente gris y los ojos más sinceros que he visto en mi vida”.

La estrella de Adamski se fue apagando con los años, pero publicó algún libro más por su cuenta y durante mucho tiempo fue una gran atracción en las convenciones de “creyentes” en platillos volantes.

La primera historia de abducción por extraterrestres del género moderno fue la de Betty y
Barney Hill, una pareja de New Hampshire: trabajadora social ella y empleado de Correos él. Un día de 1961 atravesaban a altas horas de la noche las White Mountains cuando a Betty le pareció ver un ovni brillante, inicialmente como una estrella, que parecía seguirlos. Ante el temor de Barney de ser víctimas de un ataque, abandonaron la carretera principal y se metieron por estrechos caminos de montaña, llegando a casa dos horas más tarde de lo previsto. El experimento incitó a Betty a leer un libro que describía a los ovnis como naves espaciales de otros mundos; sus ocupantes eran hombres pequeños que a veces abducían a humanos.

Poco después experimentó repetidas veces una pesadilla aterradora en la que ella y Barney eran abducidos y llevados a bordo de un ovni. Barney escuchó cómo describía el sueño a unos amigos, compañeros de trabajo e investigadores voluntarios de ovnis. (Es curioso que Betty no comentara el tema directamente con su esposo). Algo así como una semana después de la experiencia, describieron el ovni como una “torta” con figuras uniformadas que se veían a través de las ventanillas transparentes del aparato.

Varios años después, el psiquiatra de Barney le envió a un hipnoterapeuta de Boston, Benjamin Simon, doctor en medicina. Betty le acompañó para ser hipnotizada también. Bajo hipnosis, ambos describieron por separado los detalles de lo que había ocurrido durante las dos horas “perdidas”: vieron aterrizar el ovni en la carretera y, parcialmente inmovilizados, los llevaron al interior del aparato, donde unas criaturas pequeñas, grises, humanoides de nariz larga (un detalle discordante con el paradigma del momento) los sometieron a exámenes médicos no convencionales, incluyendo la introducción de una aguja en el ombligo de ella (antes de que se hubiera inventado la amniocentesis en la Tierra). Ahora hay quien cree que sacaron óvulos de los ovarios de Betty y esperma de Barney, aunque eso no forma parte de la historia original. El capitán enseñó a Betty un mapa del espacio interestelar marcado con las rutas de la nave.

En realidad, muchos de los motivos del relato de los Hill pueden encontrarse en una película de 1953, "Invasores de Marte". Y la historia de Barney sobre el aspecto de los extraterrestres, especialmente sus enormes ojos, surgió en una sesión de hipnosis sólo doce días después de la emisión de un episodio de la serie de televisión "The Outer Limits" en la que salía un extraterrestre así.

El caso Hill fue ampliamente comentado. En 1975 se hizo una película de televisión que introdujo la idea de que hay abductores extraterrestres bajitos y grises entre nosotros en la psique de millones de personas. Pero hasta los pocos científicos de la época que creían que algunos ovnis podían ser realmente naves espaciales extraterrestres se mostraron cautelosos. El supuesto encuentro brillaba por su ausencia en la sugerente lista de casos de ovnis recopilada por James E.McDonald, un físico meteorólogo de la Universidad de Arizona. En general, los científicos que han estudiado los ovnis en serio han tendido a mantener los relatos de abducciones por extraterrestres a distancia… mientras que los que aceptan a pies juntillas las abducciones ven pocas razones para analizar simples luces en el cielo.

La seriedad y sinceridad de Betty y Barney Hill eran indudables, como su temor a convertirse en
figuras públicas en unas circunstancias tan extrañas y difíciles. En las cintas de las sesiones de hipnosis lo más impresionante era el terror absoluto de la voz de Barney cuando describía –“revivía” sería una palabra más adecuada- el encuentro.

El doctor Simon, aunque prominente defensor de las virtudes de la hipnosis, no había caído en el frenesí público por los ovnis. Compartía generosamente los derechos de autor del exitoso libro de John Fuller, “El viaje interrumpido”, sobre la experiencia de los Hill. Si Simon hubiera declarado la autenticidad de su relato, las ventas del libro se podían haber disparado y él habría aumentado considerablemente sus ganancias. También rechazó al instante la idea de que mentían o, como sugirió otro psiquiatra, que se trataba de una ilusión compartida en la que, generalmente, el miembro recesivo sigue el delirio del dominante. ¿Qué queda entonces? Los Hill, dijo el psicoterapeuta, habían experimentado una especie de “sueño”. Juntos.

Es perfectamente posible que haya más de una fuente de relatos de abducción por extraterrestres, igual que las hay para observaciones de ovnis. Consideremos algunas posibilidades.

En 1894 se publicó en Londres el “Censo Internacional de Alucinaciones en Vigilia”. Desde entonces hasta ahora, en repetidas encuestas se ha mostrado que del diez al veinticinco por ciento de las personas normales han experimentado al menos una vez en su vida una alucinación vívida: normalmente, oír una voz o ver una forma inexistente. En casos más raros, perciben un aroma que los persigue, oyen una música o tienen una revelación que les llega independiente de los sentidos. En algunos casos se convierten en acontecimientos que transforman a la persona o en profundas experiencias religiosas. Las alucinaciones podrían ser una puertecita olvidada en el muro que llevaría a una comprensión científica de lo sagrado.

Este tipo de alucinaciones pueden afectar a personas perfectamente normales en circunstancias perfectamente ordinarias. También pueden provocarse: por una hoguera nocturna en el campo, por estrés emocional, durante ataques de epilepsia, migrañas o fiebres altas, ayunos prolongados o insomnio o privación sensorial (por ejemplo, en confinamiento solitario), o mediante alucinógenos como LSD, psilocibina, mescalina o hachís. (El delirium tremens inducido por el
alcohol es una manifestación conocida de un síndrome de abstinencia del alcoholismo). También hay moléculas, como las fenotiazidas (tioridazina, por ejemplo), que hacen desaparecer las alucinaciones. Es muy probable que el cuerpo humano normal genere sustancias –incluyendo quizá las pequeñas proteínas del cerebro de tipo morfina, como las endorfinas- que causan alucinaciones, y otras que las eliminan. Exploradores tan famosos (y poco histéricos) como el almirante Richard Byrd, el capitán Joshua Slocum y sir Ernest Shackleton experimentaron vívidas alucinaciones cuando se vieron sometidos a un aislamiento y soledad poco habituales.

Cualesquiera que sean sus antecedentes neurológicos y moleculares, las alucinaciones producen
una sensación real. En muchas culturas se buscan y se consideran una señal de ilustración espiritual. Entre los nativos americanos de las praderas del Oeste por ejemplo, o en muchas culturas indígenas de Siberia, la naturaleza de la alucinación que experimentaba un hombre joven después de una “búsqueda de visión” con éxito presagiaba su futuro; se discutía su significado con seriedad entre los ancianos y chamanes de la tribu. Hay ejemplos incontables en las religiones del mundo de patriarcas, profetas y salvadores que se retiran al desierto o la montaña y, con la ayuda del hambre y la privación sensorial, encuentran dioses o demonios. Las experiencias religiosas de inducción psicodélica eran la marca de la cultura juvenil occidental de la década de los sesenta. La experiencia, comoquiera que haya aparecido, se describe a menudo respetuosamente con palabras como “trascendental”, “sobrenatural”, “sagrada” y “santa”.

Las alucinaciones son comunes. Tenerlas no significa estar loco. La literatura antropológica está repleta de etnopsiquiatría de la alucinación, sueños REM y trances de posesión que tienen muchos elementos comunes transculturalmente y a través de los tiempos. Las alucinaciones se suelen interpretar como posesión de espíritus buenos o malos.

Las alucinaciones pueden también interpretarse como un problema de relación señal/ruido: los sueños, como las estrellas, siempre están brillando. Aunque de día no suelen verse las estrellas porque el sol brilla demasiado, si hay un eclipse de sol durante el día, o si un espectador decide estar atento un rato después de la puesta o antes de la salida del sol, o si se despierta de vez en cuando en una noche clara para mirar al cielo, las estrellas, como los sueños, aunque a menudo olvidadas, pueden ser vistas siempre.

Un concepto más relacionado con el cerebro es el de una actividad continua de procesamiento de información (una especie de “corriente preconsciente”) que recibe continuamente la influencia de fuerzas tanto conscientes como inconscientes y que constituye el suministro potencial de contenido del sueño. El sueño es una experiencia en la que, durante unos minutos, el individuo tiene cierta conciencia de la corriente de datos que se procesan. Las alucinaciones en estado de vigilia implicarían también el mismo fenómeno, producido por una serie algo distinta de circunstancias psicológicas o fisiológicas.

Parece ser que toda la conducta y experiencia humanas (tanto normal como anormal) va acompañada de fenómenos ilusorios y alucinatorios. Mientras la relación de estos fenómenos con la enfermedad mental ha sido bien documentada, quizá no se ha considerado lo bastante su papel en la vida cotidiana. Una mayor comprensión de las ilusiones y alucinaciones entre gente normal puede proporcionar explicaciones para experiencias relegadas de otro modo a lo misterioso, religioso, “extrasensorial” o sobrenatural.

Seguramente perderíamos algo importante de nuestra propia naturaleza si nos negáramos a
enfrentarnos al hecho de que las alucinaciones son parte del ser humano. Sin embargo, eso no hace que las alucinaciones sean parte de una realidad externa más que interna. Del cinco al diez por ciento de las personas somos extremadamente sugestionables, capaces de entrar en un profundo trance hipnótico a una orden. Una encuesta realizada en Estados Unidos indica que el diez por ciento de los americanos dice haber visto uno o más fantasmas. Este número es superior al de los que dicen recordar haber sido abducidos por extraterrestres y aproximadamente igual al de los que han afirmado haber visto uno o más ovnis. Al menos el uno por ciento de nosotros es esquizofrénico. Esto suma más de cincuenta millones de esquizofrénicos en el planeta, más, por ejemplo, que la población de España.

Los abducidos afirman con frecuencia haber visto “extraterrestres” en su infancia: entrando por la ventana o escondidos bajo la cama o en el armario. Pero los niños cuentan historias similares en todo el mundo, con hadas, elfos, duendes, fantasmas, brujas, diabillos y una rica variedad de “amigos” imaginarios. ¿Debemos pensar que hay dos grupos diferentes de niños: uno que ve seres "terrícolas" imaginarios y otro que ve extraterrestres genuinos? ¿No es más razonable pensar que los dos grupos están viendo, o alucinando, lo mismo?

Parte de la razón por la que los niños tienen miedo de la oscuridad puede ser que, hasta hace poco en nuestra historia evolutiva, nunca han dormido solos, sino acurrucados y seguros bajo la protección de un adulto… usualmente la madre. En el Occidente ilustrado los dejamos solos en una habitación oscura, les deseamos buenas noches y nos cuesta entender por qué a veces lo pasan mal.

Evolutivamente es totalmente lógico que los niños tengan fantasías de monstruos que asustan. En un mundo con leones y hienas al acecho, esas fantasías contribuyen a impedir que los niños pequeños sin defensas se alejen demasiado de sus protectores. ¿Cómo puede ser eficaz este mecanismo de seguridad para un animal joven, vigoroso y curioso si no provoca un terror de dimensiones colosales? Los que no tienen miedo de los monstruos no suelen dejar descendientes. A la larga, posiblemente, en el curso de la evolución humana, casi todos los niños acaban teniendo miedo de los monstruos. Pero, si somos capaces de evocar monstruos terroríficos en la infancia, ¿por qué algunos de nosotros, al menos en alguna ocasión, no podríamos ser capaces de fantasear con algo similar, algo realmente horrible, una ilusión compartida, como adultos?

Es significativo que las abducciones por extraterrestres ocurran principalmente en el momento de dormirse o despertarse, o en largos viajes en automóvil, cuando existe el peligro bien conocido de sumergirse en una especie de ensoñación hipnótica. Los terapeutas de abducidos se quedan perplejos cuando sus pacientes cuentan que gritaron de terror mientras sus cónyuges dormían pesadamente a su lado. Pero ¿no es eso típico de los sueños… que no se oigan nuestros gritos pidiendo ayuda? ¿Podría ser que esas historias tuviesen algo que ver con el sueño y, como propuso Benjamin Simon para los Hill, fueran una especie de sueño?

Un síndrome psicológico común, aunque insuficientemente conocido, bastante parecido al de la
abducción por extraterrestres se llama parálisis del sueño. Mucha gente la experimenta. Ocurre en este mundo crepuscular a medio camino entre estar totalmente despierto y totalmente dormido. Durante unos minutos, quizá más, uno se queda inmóvil con una ansiedad aguda. Siente un peso sobre el pecho como si tuviera a alguien sentado o tendido encima. Las palpitaciones del corazón son rápidas, la respiración trabajosa. Se pueden experimentar alucinaciones auditivas o visuales, de personas, demonios, fantasmas, animales o pájaros. En la situación adecuada, la experiencia puede tener toda la fuerza y el impacto de la realidad. A veces, la alucinación tiene un marcado componente sexual. Esas perturbaciones comunes del sueño son la base de muchos relatos de abducción de extraterrestres. El Harvard Mental Health Letter (septiembre 1994) comenta: “La parálisis del sueño puede durar varios minutos y a veces va acompañada de vívidas alucinaciones como de sueño que dan pie a historias sobre visitas de los dioses, espíritus y criaturas extraterrestres”.

Es fácil parodiar un punto de vista así: los ovnis explicados como “alucinaciones masivas”. Todo el mundo sabe que no existe lo que se llama una alucinación compartida… ¿no?

Continuará...

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