En los primeros seis meses de su vida, ese pequeño ser humano ve con poca nitidez y en tonos grises. Poco a poco, su cerebro consigue identificar las distancias y percibir con más nitidez los contornos, por lo que el bebé dispone de una nítida visión espacial. Para entrenar a su cerebro en la correlación entre percepción y evaluación espacial, al pequeño le ayuda mucho poder palpar los objetos e introducirlos en su boca.
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