La palabra “anfitrión” recuerda al rey de Tebas, Anfitrión, hijo de Alceo y de Hipponoma y nieto de Perseo. Este rey tebano estaba casado con una bella mujer llamada Alcmena, de la que se enamoró Zeus. Aprovechando la ausencia del marido por asuntos de guerra, el dios tomó su apariencia y obtuvo los favores de Alcmena. Sobre esta historia escribieron sendas obras dramáticas Plauto (214 a.C.) y Molière (1668). En la versión de este último, al final de la obra, el criado de Anfitrión, llamado Sosia –con cuyo nombre, precisamente, se designa desde entonces a la persona tan parecida a otra que puede pasar por ella-, exclama: “El verdadero anfitrión es el Anfitrión en casa del cual se cena”. Esta frase de la obra de Molière se hizo muy popular y desde entonces el nombre de Anfitrión pasó a designar –primero en Francia y luego en el resto de Europa- al que abre su casa para recibir a unos invitados.
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