Bartolomé Díaz era un caballero perteneciente a la corte portuguesa del rey Juan II, superintendente de los almacenes reales y capitán de la nave “San Christovao”. Se sabe que había estado dedicado al transporte de marfil de Guinea a Portugal a finales de la década de los setenta del siglo XV y que en 1481 había mandando una carabela en un viaje a Elmina, la principal fortaleza portuguesa y puesto comercial del golfo de Guinea. Estaba, por tanto, familiarizado tanto con las embarcaciones como con la costa africana cuando el rey Juan II le nombró el 10 de octubre de 1486 comandante de una expedición compuesta de dos carabelas y un buque de provisiones, que pretendía llegar a los confines australes del continente africano. Debía dar la vuelta al continente y hallar la ruta marítima a las Indias.
Tras diez meses de preparativos, Diaz dejó Lisboa a finales de julio o principios de agosto de 1487. Entre sus compañeros se hallaba Pero d´Alemquer, que escribiría años más tarde el relato del primer viaje de Vasco de Gama. También llevaban a bordo a seis negros (dos hombres y cuatro mujeres llevados a Portugal por otros navegantes) cuya misión sería explicar a los nativos que encontraran en las costas el objetivo de la misión. Iban vestidos a la europea y se les dejaría en diversos puntos de la ruta. Se esperaba que acabarían llevando noticias de la corte portuguesa al mítico Preste Juan o, al menos, avivarían el interés de los nativos por el comercio con los europeos.
Díaz puso rumbo en primer lugar hacia la desembocadura del Congo, siguió la costa africana y erigió el primero de sus padraos cerca la actual Angra Pequenha. Hizo escala en una bahía abrigada a 29º de latitud sur que ahora se conoce con el nombre de Alexander Bay, cerca de la desembocadura del río Orange, en la actual Sudáfrica. Los vientos soplaban tan fuertes desde el sur y el sudoeste que el torpe barco de provisiones no lograba avanzar. Díaz decidió que permaneciera en la bahía. Durante los siguientes cinco días navegó por la costa con el viento en contra pero a la larga la maniobra resultaría imposible hasta para las carabelas más marineras.
Entonces Díaz tomó una decisión temeraria. En lugar de declararse vencido por la corriente y los vientos en contra y regresar derrotado a Portugal, se arriesgó a navegar mar adentro. Estuvo dando bordadas en medio del océano en espera de los vientos del oeste. Durante trece días llenos de peligro las naves se deslizaron con las velas recogidas al empuje de un temporal. Al llegar a unos 40º de latitud sur, las velas latinas en forma de ala recogieron los vientos del oeste que impulsaron las naves de vuelta a África. Todos los días don Bartolomé esperaba que la costa occidental del continente reapareciera al norte o al sur del horizonte. No fue así. Díaz hizo que las naves voltearan el norte y tras varios días llenos de zozobra por fin avistó tierra. Un grupo de montañas se alzaba ahora en el horizonte. Díaz debió de haber tenido una revelación estremecedora. El litoral no iba de norte a sur, sino del este al oeste. Se hallaba en el extremo de África. Había dado la vuelta al continente.
Unos dicen que Díaz fue impulsado mar adentro por una tormenta; otros, que tomó la decisión conscientemente. Si la primera interpretación es cierta, tuvo suerte; si lo es la segunda, fue un navegante genial. La explicación más probable es que los barcos, efectivamente, se vieron en medio de una galerna y que Díaz, en vez de luchar contra la tormenta, decidió internarse en el océano y continuar al sur, evitando así los vientos y las corrientes en contra. Lo cierto es que por accidente o por intuición, Díaz había dado con la forma más eficiente de bordear África: mar adentro, hacia el oeste y luego hacia el este y el norte. Esa ruta fue la seguida por todos los navíos de la era de la vela en los siglos siguientes.
La primera tierra avistada por Díaz desde el mar, el 3 de febrero de 1488, fue la actual Mossel Bay, en Sudáfrica, a 300 km del cabo de Buena Esperanza. A fin de tener la certeza absoluta de que había dado la vuelta al continente, navegó cierta distancia mas allá de la actual Port Elizabeth, donde la costa hace un giro preciso al norte. Sin lugar a dudas se trataba de la costa oriental de África. Sabemos que Díaz quería seguir avanzando, pero la tripulación se lo impidió. Tal vez deseaba adentrarse en el Océano Índico y continuar hasta la India. Las carabelas hacían agua; los aparejos estaban hechos jirones, las provisiones escaseaban y había que navegar muchísimo antes de volver al hogar. Los marineros amenazaron con amotinarse, por lo que Díaz decidió dar vuelta atrás.
Es posible que la realidad fuera menos dramática de lo que las crónicas cuentan. No era raro que oficiales y tripulantes se comunicaran unos a otros su punto de vista, especialmente en el caso de una flota pequeña en una misión de exploración. Cuando quedó claro que naves y equipo estaban hechos fosfatina y que la mayor parte de la tripulación deseaba regresar a casa, Díaz les pidió que firmaran un documento a tal efecto –probablemente por temor a que el rey lo responsabilizara a él por no haber continuado hasta la India-.
En el camino de vuelta, Díaz divisó un imponente promontorio que penetraba audazmente en el mar y contra el que chocaban las olas deshaciéndose en espuma blanca contra la base rocosa. Creyó que era el punto más meridional de África y lo llamó Cabo de las Tormentas, puesto que los enfurecidos vientos le habían impedido verlo en el viaje de ida (El topónimo fue cambiado por el rey Juan, quien tenía tan grandes esperanzas en la nueva ruta abierta que decidió llamar a ese promontorio Cabo de Buena Esperanza, nombre que perdura hasta hoy.
En el viaje de regreso a Portugal se detuvo en Alexander Bay para recoger el barco de provisiones, descubriendo que la mayor parte de los hombres que había dejado con él habían muerto de hambre, enfermedades o en luchas contra los nativos. Recogió al puñado de supervivientes y continuó. En diciembre de 1488, Díaz regresaba al hogar tras una aventura que había durado 16 meses y 17 días.
Podemos comprender que la gran alharaca suscitada en Lisboa por el regreso de Díaz tenía que ver ante todo con el descubrimiento de la ruta marítima alrededor del continente africano. En 1497, Vasco da Gama la utilizaría para iniciar el comercio de Portugal con las Indias. Cristóbal Colón, que estaba en Portugal en aquel momento tratando de vender su proyecto al rey, más tarde dijo haber estado presente cuando Díaz dio su informe. Si es así, debió haberse dado cuenta con desmayo que, entonces más que nunca, los portugueses no tendrían ningún interés en comprar su aventura. Toda su atención quedaría enfocada en la ruta por el este.
Esta muy buena la pagina..., Felisitaciones!!! Muy buena informacion me ayudo mucho en los debreres...
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