domingo, 17 de mayo de 2009

1967-Marilyn Monroe (Andy Warhol)


La reacción contra el dominio del expresionismo abstracto se materializó en el movimiento conocido como pop art. En la década de 1960, los artistas estadounidenses y británicos rechazaron los principios según los cuales el arte debía expresar lo más profundo del alma del artista, y se mostraron a favor de una iconografía más abierta e “impersonal”. Las creaciones del pop art parodiaban, adoptaban y capitalizaban los símbolos del consumismo, el éxito y la fama, así como la cultura de masas.

Uno de los cuadros más conocidos de ese movimiento es la reproducción de múltiples imágenes de la fotografía de Marilyn Monroe, coloreada sin atención al detalle y con tonos extremados, contribuyó a extender la fama de la actriz y convertirla en un icono cultural. Marilyn, la seductora niña-mujer, el sex-symbol que quitaba el aliento, la inalcanzable diosa del cine, representaba su vida bajo la mirada devoradora de un público amplísimo, que nunca tenía bastante de ella. La aclamaban sin medida, dominaba los titulares, llenaba las columnas de chismorreos y encarnaba los sueños de una década. Detrás del oropel, el glamour y aquella seductora sonrisa que cautivaba al mundo entero, había una mujer inmadura y vulnerable.

Tuvo una infancia terrible. Decía que probablemente fue un error, que su madre nunca quiso tenerla. No conoció a su padre y fue dando tumbos de casa de su madre a toda una serie de hogares de acogida. Su madre tuvo una crisis nerviosa y Marilyn pasó dos años en un orfanato. Nunca acabó la enseñanza secundaria y se casó a los dieciséis años, quizá para evitar que la volvieran a enviar al orfanato. Más tarde comentaría que su matrimonio no fue infeliz, pero tampoco dichoso. Su marido y ella tenían poco que decirse el uno al otro.

Su descubrimiento se debió a la campaña bélica. Mientras su esposo luchaba en la Segunda Guerra Mundial, Marilyn estaban en una fábrica, comprobando paracaídas. Ronald Reagan envió a David Conover, un fotógrafo del ejército, a que retratara obreras jóvenes y alegres de las fábricas de municiones. Conover observó a aquella joven que lograba sacarle más a una pose que cualquier otra persona que hubiera visto en su vida. Los publicistas se apoderaron de su descubrimiento y crearon a “Marilyn Monroe”, el icono del Hollywood de la posguerra. Era extrañamente distante y lejana; decía que siempre tenía la sensación de que no era real, de que era algo parecido a una falsificación bien hecha. Murió la noche del 4 de agosto de 1962, en circunstancias no aclaradas, pero su leyenda ha seguido viva e incluso ha crecido.



Andy Warhol, hijo de inmigrantes checos, empezó su carrera artística en publicidad. Fue el primero de los artistas americanos que más tarde engrosarían la nómina pop que se instaló en la ciudad. La cuna del arte pop había sido Gran Bretaña, donde en los primeros cincuenta se habían perfilado sus características. La nueva escuela, nacida en una sociedad industrial abocada al progreso y obligada al consumo, elevaba a categoría artística todo tipo de objetos y se nutría de lo cotidiano y de la cultura popular. Este movimiento pasajero, barato, joven, ingenioso y rentable, llegó a fines de los cincuenta a EEUU, donde se extendió con rapidez, se convirtió en la alternativa al subjetivismo del expresionismo abstracto y encontró en Warhol a su mejor representante.

A principios de los sesenta creó sus series litográficas de Marilyn, Liz Taylor, james Dean, los dólares, las botellas de Coca Cola… Son símbolos de la sociedad de consumo sin significado, no esconden ningún sentido oculto como tampoco hay denuncia. Warhol sólo reflejaba la apariencia de las cosas, no juzgaba, no opinaba, no tenía nada que decir.

En su pintura, además del uso de imágenes sacadas de la vida diaria –práctica habitual entre los artistas del pop- hay otra constante: la repetición en serie de cada uno de sus temas. Esta característica está muy ligada a su particular proceso creativo: Warhol había abandonado el contacto personal con la obra al utilizar técnicas de arte aplicado –fotografías proyectadas en la tela, calcos similares a las técnicas de frotado, sistemas industriales como el serigráfico-. A Warhol le gustaba el aspecto impersonal en que desembocaba este sistema de trabajo. La misma cara famosa retratada en serie resaltaba la superficialidad y banalidad de la fama.


Warhol acabó siendo un personaje de culto, como la propia Marilyn. Su “Marilyn Monroe” es un icono artístico del siglo XX. De su obra dijo que era irrelevante decidir si sus vivos colores la convertían en un símbolo o no y que, si los colores eran bellos, era porque ella lo era. Este cuadro es una de las mejores muestras de la nueva relación que se estableció entre el arte y la cultura popular, haciendo del artista un creador de imágenes icónicas que todo el mundo podía identificar.

3 comentarios:

  1. Efectivamente, todo un icono del siglo XX unida a otro icono del arte en esta obra maestra.
    Saludos

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  2. Es cierto que Marilyn Monroe tuvo una infancia difícil, también Andy Warhol la tuvo, sufrió graves problemas de salud durante la niñez. No son pocos los que piensan que Warhol eligió inmortalizar y mitificar a la actriz a través de sus creaciones por sentirse identificado con ella, más que por tratarse de un icono sexual.

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