miércoles, 25 de febrero de 2015
Santiago Calatrava – Esculturas óseas de acero y hormigón
Los puentes, torres, estaciones o auditorios de Santiago Calatrava son fáciles de reconocer por su audacia estructural y por su atrevida silueta dinámica que parece desafiar la gravedad. Pero ante una obra de Calatrava sería difícil decidir si nos encontramos ante una arquitectura orgánica, una escultura a tamaño colosal o una compleja obra de ingeniería. La aspiración es la obra de arte total que aúna arquitectura y tecnología, arte y ciencia. Los antecedentes de esta fusión de disciplinas los encontramos en el espíritu de las catedrales góticas, con sus esbeltos esqueletos de piedra, en las estructuras diseñadas por los ingenieros del siglo XIX, pioneros en el empleo de hierro y del cristal, o en el afán experimental de las vanguardias artísticas contemporáneas que desearon romper los límites entre las distintas artes.
Nacido en Benimanet en 1951, su formación gravitó en torno a dos ciudades: su Valencia natal, donde asistió a cursos de la Escuela de Artes y Oficios, graduándose posteriormente en la Escuela de Arquitectura, y la ciudad suiza de Zurich, cursando estudios de postgrado en ingeniería civil en el prestigioso Instituto Federal de Tecnología.
Las primeras dos obras destacadas las realiza Calatrava en este ámbito centroeuropeo. La primera fue la creación de las fachadas de los almacenes Ernsting en Coesfeld (norte de Alemania), con unas puertas abatibles de chapa ondulada de aluminio que al abrirse como párpados adoptan la forma escultórica de una marquesina. La segunda y principal fue la ampliación de la estación de ferrocarril de Stadelhofen en Zurich, con un trazado en curva y en pendiente al que se adaptan hábilmente unos pilares inclinados que asemejan a los dedos índice y pulgar de una mano abierta y vuelta hacia abajo, enfatizando así el esfuerzo visual del anclaje de estas estructuras en la pendiente de la colina. A partir de entonces y durante décadas, Calatrava se ha convertido en uno de los arquitectos españoles más internacionales, con una obra presente o proyectada para ciudades como Valencia, Barcelona, Atenas, Buenos Aires, Chicago o Nueva York.
La vistosidad y la gran escala de las obras de Calatrava están pensadas para emplazarse en amplios espacios públicos. Por ello predominan las tipologías que fusionan arquitectura e ingeniería, como los puentes, los aeropuertos y las estaciones de ferrocarril, las grandes galerías comerciales, los auditorios o los palacios de exposiciones. El puente que une las calles Bach Roda y Felipe II en Barcelona fue el primero de los famosos puentes de Calatrava, que convertía la necesidad práctica de salvar un desnivel en una sorprendente escultura urbana de formas aerodinámicas.
En este puente aparecen los signos distintivos de su firma, como la combinación mixta de hormigón armado para los gigantescos anclajes de la estructura, y tirantes y vigas metálicas de acero para las partes más ligeras, a modo de vibrantes cuerdas de arpa en tensión, elementos que dejan al viandante la emoción de descubrir el equilibrio dinámico de esta audaz estructura. Desde entonces, otros muchos puentes de Calatrava han sobrevolado espacios vacíos y han conectado partes de distintas ciudades del mundo, como el del Alamillo y el viaducto de la Cartuja en Sevilla, el peatonal del Campo de Volatín de Bilbao (Zubzuri) o el giratorio puente de la Mujer en Buenos Aires.
Las estructuras ingenieriles de Santiago Calatava nunca son árido lenguaje matemático. Al contrario, nos remiten a un mundo de imágenes biológicas y orgánicas, formas derivadas de una naturaleza en equilibrio dinámico, resultado de la fusión de la imaginación intuitiva y la razón analítica. Sus construcciones son llevadas a un estado límite de equilibrio, como plasmó en la estación de ferrocarril del aeropuerto de Lyon, semejante a un inmenso pájaro a punto de despegar.
El Auditorio de Tenerife, con su silueta inconfundible, recuerda a los estudios realizados por Calatrava sobre el ojo humano y el movimiento de los párpados, aunque su punzante y redondeada silueta exterior nos transporta a un mundo de ensueños oníricos. Estas esculturas óseas orgánicas, de gran expresividad formal, emparentan la obra de Santiago Calatrava con la de Antonio Gaudí. Unas veces son una transposición casi literal del estudio del cuerpo humano, como su sorprendente Turning Torso, inaugurado en 2005 en la ciudad sueca de Malmô, rascacielos de apartamentos de 190 metros de altura que se inspira en una escultura que representa el movimiento de un torso humano a través de nueve cubos rotatorios organizados en torno a un soporte interior de acero, para –como dice el mismo Calatrava- “generar una estructura espiral que recuerda a una espina dorsal humana girada sobre sí misma”. En otras ocasiones comparecen estructuras articuladas que recuerdan rótulas o huesos, o las ramificaciones de lianas, o trenzas de formaciones arbóreas como en la galería comercial BCE de Toronto, que se cierra con una cubierta de acero y cristal sostenida por un bosque de arcos parabólicos.
Por su escala urbana y su magnitud, se comprende el nombre otorgado a una de las obras más conocidas de Calatrava, la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, pues es un inmenso conjunto de edificaciones levantado en un área de treinta y cinco hectáreas situada en la periferia este de la ciudad. Se trató de la rehabilitación de la extensa área del viejo cauce del Turia en cuya construcción, debido a la envergadura del proyecto, se emplearon más de diez años.
En este período de tiempo se sucedieron los edificios en los que encontramos todo el repertorio característico de Calatrava: L´Hemisferic, de planta elíptica y forma de ojo con una cúpula deslizante de nervios móviles; el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, con un mastodóntico esqueleto de dinosaurio configurado por enormes costillas; L´Umbracle, paseo ajardinado y cubierto por arcos flotantes; el Palacio de Artes Reina Sofía, que encierra sus volúmenes interiores en dos caparazones de hormigón. El Oceanográfico, el puente de l´Assut de l´Or y el Ágora completan el conjunto que, sin embargo, finalmente no vio alzarse las llamadas Torres de Calatrava que hubieran consistido en cuatro elevados rascacielos.
Pero también en otras ocasiones ha afrontado Calatrava el desafío vertical del rascacielos: además del mencionado Turning Torso, ha planteado proyectos para las metrópolis pioneras en rasgar el cielo, como su Torre 80 South Street, pensada para Manhattan, con doce cubos de cristal en voladizo que proporcionaba vistas panorámicas de la ciudad en sus cuatro caras, y el proyecto del Chicago Spire, con una vibrante fachada de vidrio que ondulaba en vertiginoso movimiento ascendente, a la que aspiraba a ser la torre más alta de los Estados Unidos.
La arquitectura de Santiago Calatrava, discutible y discutida, genera apasionados encuentros y desencuentros, pues siempre sorprenden sus espectaculares formas que se imponen con arrogancia en el lugar en donde se levantan. Pero su mensaje de romper las fronteras entre arte y ciencia, escultura, arquitectura e ingeniería, no cabe duda de que ha abierto nuevos caminos para la expresión plástica, fusionando estructura, espacio, luz e incluso movimiento.
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