martes, 2 de septiembre de 2014

Las superurbes modernas – Dinámicas y problemas de la ciudad actual




Las superurbes modernas presentan como características principales la concentración de gran número de instancias con poder de liderazgo, así como una población muy importante y una extensión espacial también considerable. Sin embargo, es preciso distinguir entre las superurbes de los países desarrollados y las de los países en vías de desarrollo, pues presentan unas características distintas, tanto en demografía como en morfología urbana. La contaminación, las altas densidades o la terciarización de las zonas centrales son sólo algunos de los problemas que afectan a estas áreas.

Sólo desde una perspectiva mundial pueden entenderse muchos de los fenómenos económicos y sociales actuales. En efecto, la globalización es un aspecto que influye en la ciudad de forma notable; sin embargo, esta globalización, lejos de homogeneizar las ciudades, las diferencia aun más, ya que las instancias con capacidad de liderazgo, ya sea en forma de gobiernos, organismos internacionales o grandes multinacionales, tienden a localizarse en unas ciudades determinadas.

Estas ciudades son, en consecuencia, auténticos centros de referencia mundial, por lo que la atracción de población hacia estos puntos resulta inevitable. Esto, unido a la población urbana ya existente en estas zonas, generó auténticas megalópolis, cuyas dimensiones superficiales iban a ser enormes.

Las superurbes poseen unas características específicas y propias que las diferencian de las demás ciudades. Como se ha mencionado, las instancias con capacidad de liderazgo atraen a un número muy importante de población, y precisamente la población es el elemento fundamental que explica la mayoría de los fenómenos propios de estas ciudades.

Gracias al desarrollo de las infraestructuras de transporte y de telecomunicaciones, la superurbe ha tenido la posibilidad de crecer espacialmente. Este crecimiento ha determinado la formación de grandes regiones urbanas –centro de Europa, Los Ángeles-, en las cuales es muy difícil determinar dónde acaba una ciudad y empieza otra debido a la multitud de asentamientos descentralizados de las ciudades que se localizan en torno a éstas, y que se integran entre sí gracias a una compleja infraestructura de transporte y de telecomunicaciones.


Este fenómeno de salida tanto de población como de equipamientos de las ciudades, denominado exurbanización, se ha ido produciendo por varias razones. En primer lugar, la salida de población y de equipamientos se debe a una política de descongestión que fue aplicada, a mediados del siglo XX, por los gobiernos de muchos países en sus grandes ciudades para, por un lado, equilibrar su territorio y, por otro, mejorar la calidad de vida de estas áreas, que sufrían graves problemas ambientales. En segundo lugar, en la década de 1970, se produjo una crisis en el modelo metropolitano, que propició la emigración de la ciudad hacia zonas próximas de gran número de población, que, con el desarrollo de los medios de transporte, ya no necesitaba vivir cerca de su ámbito de trabajo.

Todo esto iba a generar un territorio muy complejo en el que se iban a mezclar zonas semirurales y urbanas, llamadas conurbaciones, y que se iban a ubicar en torno a estas superurbes, siendo, en muchos casos, parte de ellas al ser muy difícil determinar sus límites.

Como se ha comentado, las grandes ciudades poseen unas características comunes inconfundibles; sin embargo, presentan rasgos muy distintos en función de si se trata de urbes de países desarrollados o de países en vías de desarrollo.

Las grandes ciudades de los países desarrollados presentan una población relativamente estable, que no sólo no crece de forma muy acusada, sino que, incluso, puede reducirse. Estas ciudades se caracterizan por poseer un crecimiento guiado férreamente por unos planes estratégicos de ordenación que determinan y clasifican todos los usos del suelo, lo que evita problemas de crecimiento espontáneo.

La deslocalización de la industria, así como de otros usos no deseados por la ciudad, está provocando
una terciarización –uso mercantil casi exclusivo- de las áreas centrales de estas ciudades y su consiguiente despoblamiento. En parte de estas áreas centrales se sitúan los cascos históricos, que, al ser espacios muy degradados, están siendo crecientemente ocupados por inmigrantes extranjeros, quienes se agrupan por etnias formando un gran mosaico cultural.

En general, se trata de ciudades donde los usos y las clases sociales están muy segregados, y en las que la ordenación urbana guía un crecimiento racional del territorio. Las clases altas tienden a situarse en zonas periféricas, pero bien comunicadas con el centro y con las áreas de negocios de la ciudad.

Por su parte, las superurbes de países en vías de desarrollo presentan, por el contrario, unas características muy distintas, ya que, aunque en número de habitantes y extensión superficial no varían mucho, la ocupación del territorio y, en consecuencia, la ciudad son muy distintas con respecto a las superurbes de los países desarrollados.

En este tipo de ciudades, no se aplica, por lo general, una planificación del territorio, dominando el crecimiento espontáneo, con muchas viviendas de autoconstrucción –chabolas y favelas-, y donde el crecimiento de la ciudad es muy importante debido no sólo a la alta tasa de natalidad, sino también a las migraciones que provienen de zonas agrícolas deprimidas.

La congestión, así como la mezcla de clases sociales, es mucho mayor que en las superurbes de los
países desarrollados, siendo en estos últimos la población mucho menos joven que en las ciudades en vías de desarrollo. En estas grandes áreas urbanas de los países en vías de desarrollo, el crecimiento está tan descontrolado que incluso se edifica en zonas correspondientes a parques naturales protegidos colindantes a la ciudad, como en el caso de Ciudad de México. Si bien en las superurbes de los países desarrollados son pocas las zonas de crecimiento incontrolado, como las urbanizaciones ilegales, se puede decir que, en el caso de las grandes ciudades de los países en vías de desarrollo, la situación es completamente distinta.

Actualmente son varios los problemas que se plantean estas grandes urbes. En primer lugar, se trata de ciudades en las que el proceso de pérdida de población en los cascos históricos y en las áreas centrales es muy importante. Esta pérdida, motivada por la degradación de estas zonas y sus espacios pequeños y poco atractivos, ha motivado un grado de deshumanización muy importante, con lo que la población residente tiende a marcharse a otras zonas más periféricas y con más y mejores espacios abiertos; mientras las zonas centrales quedan como zonas de segregación de las clases más bajas y pobres que no tienen otro lugar a donde ir, convirtiéndose en focos de marginalidad y delincuencia.

Hoy en día, en la mayoría de estas ciudades, se están llevando a cabo programas para la recuperación de las zonas centrales y de los cascos antiguos con el objetivo de evitar la deshumanización e integrar a las clases marginadas. Se está dando, además, en los últimos años, un movimiento de retorno de población joven al centro –fenómeno llamado gentrificación-, en el que se trata de aprovechar las condiciones de accesibilidad que ofrecen estas zonas.

Pero, desde luego, no es éste el único problema que afecta a las superurbes. El del medio ambiente,
centrado en la contaminación, es otro de los grandes retos que se están afrontando. Las restricciones del transporte privado en ciudades como México o la sustancial mejora del transporte público y la reducción de plazas de aparcamiento en Portland son sólo algunas de las medidas que se han puesto en marcha.

Como se indicó con anterioridad, la exurbanización ha supuesto un crecimiento espacial muy importante de las superrbes o grandes ciudades; sin embargo, esto ha conllevado inevitablemente un gran consumo de suelo, además de un gran contraste, ya que ha supuesto la segregación de determinados usos y clases sociales, dándose ejemplos de espacios de
gran nivel económico junto a zonas de chabolas y de extremada pobreza. Esto ha sido posible por el crecimiento espacial, que ha permitido la segregación y, en consecuencia, la delimitación de usos y de clases.

Quizá sea el control del crecimiento urbano el reto más importante para las superurbes de los países en vías de desarrollo. Sin embargo, dicho control está muy ligado al crecimiento demográfico; crecimiento que es muy difícil de frenar o al menos controlar y que, por extensión, hace muy complicado que cualquier política de ordenación urbana pueda aplicarse con eficacia en este tipo de superurbes modernas.

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