sábado, 8 de febrero de 2014

Los cactus – La capacidad de sobrevivir sin agua




La vida en los desiertos se plantea difícil. En estas inmensas extensiones, no hay agua y las precipitaciones son débiles e irregulares a lo largo del año. Sin embargo, crecen plantas xerófilas (“amigas de la sequedad”) que se han adaptado a estas condiciones extremas después de una larga evolución. Por el día, el Sol las abrasa en un terreno árido con una temperatura superior a los 40º C y, por la noche, sufren un descenso brusco de temperatura.



La vida es muy diferente en los sitios donde reinan el calor y la sequía que donde llueve. En estas regiones, las lluvias tienen lugar en una determinada estación, con una cantidad importante de precipitaciones irregularmente repartidas: la estación húmeda favorable a la vida es relativamente corta, mientras que la estación seca se extiende durante la mayor parte del año. Estas condiciones favorecen el mayor número de especies y la mayor diversidad de formas de cactus. Pero otras prefieren las zonas muy húmedas, como los bosques de tipo tropical, o crecen entre las aguas, bajo los pinos de los bosques de montaña de las regiones templadas.

Por tanto, la vida de los cactus no está obligatoriamente unida al desierto. Sin embargo, la mayoría de los cactus proviene de las regiones cálidas y soleadas del globo, con precipitaciones limitadas a ciertos meses del año. Por supuesto, estas plantas, para crecer y desarrollarse, tienen necesidad de alimentos y agua; en eso, obviamente, son iguales a todos los demás vegetales. Ocurre que, en su medio natural, durante semanas y semanas, están bajo el agua o tienen que vivir, durante el periodo de lluvias, bajo densas nieblas de montaña –macizos mexicanos o peruanos- o en el litoral marino –costas de Chile, de África occidental-; es decir, se adaptan a todas las altitudes.

Los cactus son vegetales xerófilos –es decir, “amantes de la sequedad”- fácilmente reconocibles por sus hojas y tallos gruesos, blandos y carnosos. Cuando éstos se aplastan, no contienen ninguna materia grasa, sino un líquido acuoso, una especie de jugo, que constituye su reserva de agua. Por eso, estos vegetales pueden resistir en las condiciones extremas de un medio desértico y sobreviven en sitios donde el hombre sólo puede permanecer breves espacios de tiempo.

En la superficie de nuestro planeta, existen prácticamente en todas partes, desde las regiones montañosas tropicales hasta las zonas boreales. En las regiones frías, son más raros porque hiela durante los meses de invierno y la congelación del agua en sus tejidos constituye su verdadero peligro: los cristales de hielo pueden llegar a desgarrar sus paredes celulares, aunque algunas especies aisladas son capaces de resistir tales condiciones.

La capacidad de los cactus de adaptarse al medio no ha influido para diversificar sus especies, más
bien lo contrario. Su existencia en condiciones análogas en diferentes continentes ha conducido a estas plantas al desarrollo de funciones y de formas idénticas. Así, cuando se comparan algunas especies que pertenecen a diferentes familias y que provienen de diversos continentes, se puede observar que presentan características prácticamente idénticas. Características únicas para la supervivencia.

La falta de agua en su hábitat normal, las regiones áridas, ha obligado a los cactus a reducir la superficie de sus cuerpos, ya que el almacenamiento de agua en sus tejidos es una cuestión de vida o muerte. Por tanto, su crecimiento está marcado por una relación entre su volumen y la superficie de su cuerpo. Los cactus gruesos acumulan y conservan el agua en sus tejidos, asimilándola de la mejor manera para sus necesidades. El agua puede estar almacenada en tres órganos principales –el tallo, la hoja y la raíz-, en células particulares que constituyen lo que se llama el parénquima acuífero, un tejido acuoso y transparente. Este tejido puede estar situado en la superficie de las hojas, en el corazón de los tejidos y en el tallo. El agua acumulada en estos órganos se transforma en un jugo celular que contiene un gran número de sustancias, que secan y protegen a los cactus.

Las dimensiones de los cactus son muy variables. Existen ejemplares con una altura superior a los 10 metros y, en cambio, otros apenas son visibles porque son verdaderas miniaturas. En cuanto a sus formas, los cactus aparecen en diferentes familias botánicas, a menudo muy alejadas desde el punto de vista evolutivo. Las más frecuentes son en forma de arbusto o roseta, ya sea terrestre o dotada de una rama alargada. La superficie de la hojas presenta también grandes variaciones: puede ser lisa y lampiña, pero también espinosa, velluda, escamosa, rugosa, etcétera. Numerosos cactus son buscados y cultivados por su jugoso tallo, que presenta una superficie diversificada, cubierta de abultamientos, de verrugas y de granos. En cambio, otros tallos presentan una superficie uniforme y una forma ovoide muy regular.

La gran mayoría de los cactus tiene formaciones espinosas que pueden captar agua y materias
nutritivas. Estas formaciones tienen diversos orígenes, al igual que presentan gran variedad de formas y de funciones y están dispuestas con diferentes estilos. Las famosas y características terribles espinas punzantes son una protección contra los animales herbívoros; otras espinas, más abundantes y claras, sirven como pantalla contra los rayos solares. En su huida de éstos, del gran calor y de la sequía, algunos cactus se han ocultado en el suelo y viven literalmente sepultados en la tierra durante toda su vida y sólo la cara superior de sus hojas o de sus tallos se encuentra expuesta a la luz.

Las formaciones superficiales de los cactus funcionan según un efecto persiana. En épocas en las que hay suficiente alimento, los tejidos externos se hinchan: es decir, las plantas salen del suelo y las rosetas separan sus hojas, las espinas y las verrugas se alejan y dejan pasar el máximo posible de luz y de aire hasta la epidermis. Este fenómeno favorece una etapa vegetativa intensa, utilizando al máximo el corto periodo de condiciones favorables a la vida.

En los meses secos, las plantas se deshidratan, su volumen disminuye, la tensión de los tejidos se relaja y las persianas se vuelven a cerrar para proteger a la planta contra los efectos nefastos del clima. La reducción de la superficie de los cactus va acompañada de una disminución del número de estomas. La planta posee, por tanto, pocas aberturas que permitan al agua escaparse hacia fuera. Además, los estomas se abren generalmente en las hojas frescas y húmedas de la noche. La epidermis se hace más gruesa y está formada interiormente por la hipodermis, una capa de células engrosadas situada debajo de la superficie de la hoja. La cara externa de la epidermis, la cutícula, forma una capa de polvillo cristalino, a menudo coloreado. En otras especies, los órganos están cubiertos de numerosas excrecencias –a modo de pelos-.

Las raíces tienen como principal función fijar los cactus a un soporte, ya sea al suelo, a una roca o a
cualquier otro vegetal; pero también captar las sustancias nutritivas minerales y el agua del suelo, por lo que, en ciertos tipos vegetales, conlleva un papel de reserva. Tales plantas presentan a menudo gruesas raíces tuberosas o cónicas. El sistema radicular puede estar desarrollado y alcanzar varios metros de longitud y, a menudo, estas raíces atraviesan las capas de tierra hasta por debajo de la superficie del suelo.

Por su parte, los frutos y las semillas presentan formas muy diversificadas. En numerosos cactus, las semillas son diseminadas por el viento, por la lluvia o por seres vivos –particularmente, pájaros, que consumen sus frutos carnosos gracias a que las semillas atraviesan su tubo digestivo y son diseminadas con sus excrementos-. En otras especies, las semillas de pequeño tamaño se adhieren a las plumas y a las patas de los pájaros.

El estudio del cactus desde el punto de vista de la utilización del agua ha permitido poner de manifiesto un gran número de adaptaciones fisiológicas. La más interesante es el descubrimiento de un sistema metabólico particular: el metabolismo de ácidos grasos (CMA), que aparece en la gran mayoría de estas plantas. Éstas muestran un evidente interés por fotosintetizar, incluso cuando sus estomas están cerrados; son capaces de fijar el gas carbónico y almacenarlo durante la noche, cuando el frío y la humedad les permiten abrirlos. Un gran número de cactus contiene alcaloides, látex o gomas tóxicas o de gusto repugnante que los protegen contra los parásitos y los depredadores. Las semillas de numerosas especies desérticas no germinan más que en una cierta estación, que corresponde con la llegada del periodo favorable en su lugar de origen.

Los cactus, por sus peculiaridades, tanto externas como internas, son una especie casi única en un medio hostil, como es el desierto. Las condiciones extremas en las que tienen que sobrevivir hacen de estos vegetales un elemento esencial de referencia para saber aprovechar de la Naturaleza lo básico para crecer y para desarrollarse. El agua, esencial para la vida, en un hábitat tan hostil, se convierte en un bien escasísimo e indispensable.

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