lunes, 3 de diciembre de 2012

¿Dónde irías para inhalar una bocanada de ozono?





No te molestes en acudir a orillas del mar. El culto del siglo XIX al saludable aire marino se fundamentaba en un grave error. La sensación vigorizante y salada que proporciona el aire costero no tiene nada que ver con el ozono, un gas inestable y peligroso.

El ozono lo descubrió en 1840 el químico alemán Christian Schönbein. Investigando el peculiar aroma que flota alrededor de los equipos eléctricos, lo atribuyó a un gas, el O3, al que nombró con el término griego que significa “oler” (ozein).

El ozono o “aire pesado” encontró el beneplácito de los médicos en una época en la que aún se creía en la “teoría de la miasma”, en virtud de la cual se afirmaba que la mala salud estaba relacionada con los olores desagradables. El ozono, pensaban, era justo lo que se requería para limpiar los pulmones de “efluvios” perniciosos y la costa era el lugar a donde uno debía acudir.

Así surgió toda una industria alrededor de las “curas de ozono” y los “hoteles de ozono” (quedan todavía algunos en Australasia). En época tan tardía como 1839, la localidad de Blackpool todavía presumía de tener “el ozono más saludable de Gran Bretaña”.

Hoy sabemos que el característico olor “a mar” no tiene nada que ver con el ozono sino con las algas en descomposición, cuyo aroma no tiene nada que ver con la salud ni con la ausencia de ella (está compuesto principalmente de azufre). Es más probable que, sencillamente, desencadene algún tipo de asociación positiva en nuestros cerebros, conectando tal experiencia sensorial con recuerdos de la niñez o las vacaciones.

En cuanto al ozono: los humos que salen del tubo de escape de tu coche (cuando se combinan con la luz solar) crean más ozono que cualquier cosa que se pueda encontrar en la playa. Así que si realmente quieres aspirar una buena bocanada de ozono, lo mejor que puedes hacer es agacharte y poner tu boca alrededor del tubo de escape, si bien es algo que no recomiendo. Además de causar un daño irreparable a tus pulmones, te quemarías los labios.

El ozono se utiliza para fabricar lejía y matar las bacterias en el agua como alternativa menos agresiva que el cloro. También se genera ozono por el funcionamiento de equipo eléctrico de dimensiones apreciables como televisiones y fotocopiadoras. Algunos árboles, como los robles o los sauces, liberan ozono, envenenando en el proceso la vegetación circundante.

La famosa y cada vez más delgada capa de ozono que protege nuestro planeta de la radiación ultravioleta, sería letal en el caso de que tuviéramos oportunidad de inhalarla. Se encuentra a 24 km de altura sobre la superficie terrestre y huele a algo así como a geranios.

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