martes, 6 de noviembre de 2012

¿Por qué la luz de una bombilla atrae a las polillas?


En realidad la luz no las atrae, sino que las desorienta.

Aparte del ocasional fuego fatuo, las fuentes de luz artificial llevan poquísimo tiempo en nuestro planeta en comparación con los millones de años que ha durado la relación de las polillas con el Sol y la Luna. Muchos insectos utilizan estas fuentes de luz para navegar por el día o por la noche.

Como la Luna y el Sol están a gran distancia, los insectos han evolucionado de tal forma que esperan que su luz provenga de la misma dirección en una hora determinada del día o de la noche, pudiendo así calcular una trayectoria rectilínea.

Cuando apareció el ser humano e inventó sus pequeños soles y lunas portátiles, las cosas se pusieron difíciles para las polillas. Cuando pasan cerca de una bombilla o una farola, la luz las confunde. Las toman como la auténtica luna y al ser fuentes de luz muy pequeñas y enseguida alejarse de ellas en su vuelo, su instinto les dice que, de algún modo, están moviéndose en una trayectoria curva. Así que la polilla ajusta su rumbo hasta que vuelve a tener la luz “fija” (puesto que sabe que, a esa hora, la luz de la luna debe venir siempre de tal o cual dirección independientemente de lo rápido que vuele o lo mucho que se desplace el insecto). Cuando se está tan cerca de una fuente de luz, la única forma de mantenerla en la misma posición relativa es volar en círculos a su alrededor.

Y, por cierto, las polillas no se comen la ropa. Las culpables son sus orugas.

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