domingo, 17 de junio de 2012
1926-1936-Solos por el aire hasta Australia
En los años treinta, volar solo desde Inglaterra hasta Australia, constituía una gran aventura. Los pilotos pioneros se encontraban con toda clase de condiciones meteorológicas, desde hielo sobre Europa, calor y arena sobre los desiertos de Oriente Medio, hasta tormentas tropicales en el sudeste de Asia. Era este un reto asumido por hombres y mujeres de diversos orígenes sociales.
En 1919, el primer ministro australiano, William Hughes, ofreció un premio de 10.000 libras a la primera tripulación australiana que consiguiera realizar un vuelo entre Inglaterra y Australia. Seis aviones comenzaron el épico viaje; sólo dos lo terminaron. El ganador fue un Vickers Vimmy pilotado por Ross y Keith Smith. Con dos mecánicos para el mantenimiento del aparato, tardaron 28 días en completar el viaje (récord que se mantuvo durante varios años).
En 1926, las fuerzas aéreas imperiales de Gran Bretaña, encargaron a Alan Cobham que realizara un vuelo de reconocimiento de rutas hasta Australia. Despegó en un hidroavión desde el río Medway en Kent, el 30 de junio, y llegó a Melbourne el 15 de agosto. Salió en dirección a Inglaterra el 29 de agosto y en octubre aterrizó sobre el río Támesis en Londres, junto al Parlamento. Sin embargo, se produjo una tragedia durante el vuelo cuando el mecánico de Cobham resultó herido de muerte por un árabe mientras sobrevolaban Irak.
El primer vuelo en solitario entre Inglaterra y Australia lo realizó el australiano Bert Hinkler pilotando un biplano de Avro Avian con un motor y provisto de un tanque de combustible extra. Pocos creían que el Avian fuera capaz de conseguirlo, pero Hinkler estaba convencido. Planeó la ruta usando secciones del Atlas del Times pegadas a un cartón. Aparte de sus herramientas, llevaba una balsa inflable, un termo, un despertador y una linterna.
El 7 de febrero de 1928, Hinkler despegó de Croydon y su avión se dirigió hacia el sureste a una velocidad constante de 130 km/h. Unas trece horas más tarde llegó a Roma. Tras aterrizar a la luz de la luna, fue arrestado: había aterrizado en un campo de aviación miliar por equivocación.
Las etapas de Roma a Malta y de Malta a Bengasi no supusieron ningún problema, pero como se le hizo de noche antes de alcanzar la meta de su siguiente etapa, Hinkler se vio forzado a aterrizar. A la mañana siguiente, despegó en dirección a Tobruk, donde llegó sin problemas. Repostó allí y salió de nuevo sin descansar. De nuevo, Hinkler fue incapaz de alcanzar su destino (Ramla, en lo que ahora es Israel) y aterrizó sobre la arena. Unos amables árabes le ayudaron a desenterrar su aparato y volvió a despegar.
El australiano solitario avanzaba a un ritmo increíble. Volando durante casi todas las horas de luz solar, reparaba el avión a la luz de su linterna hasta las doce aproximadamente, y volvía a despegar en la madrugada. Hinkler sufría de calor, aburrimiento y agujetas de tanto estar sentado en el avión. Entre Jask y Karachi, una pérdida del depósito de combustible le produjo serios problemas, pero consiguió establecer un nuevo récord entre Inglaterra e India.
Unas etapas más adelante, se vio obligado a aterrizar en un claro de selva malaya por problemas con el motor. Hinkler tuvo que esquivar grandes tormentas tropicales. Durante una escala en Singapur, el Avian quedó atrapado en el barro. Después siguió volando más allá de Sumatra y Java, navegando con sus mapas caseros e inadecuados.
La etapa final hasta Darwin tuvo que realizarla sobrevolando el mar de Timor, infestado de tiburones. Hinkler llegó a Darwin el 22 de febrero, 15 días y 12 horas después de despegar de Croydon. Sólo entonces, una vez en Australia, dejó que el agotamiento lo venciera. Camino de Bundaberg, su ciudad natal, aterrizó incapaz de continuar hasta que hubiera descansado.
Otra persona que batió récords fue la famosa Amy Johnson, que aprendió a volar a los 23 años. Poco después comenzó a obsesionarse con la idea de volar a Australia para ganarse el respeto de sus compañeros aviadores. Su avión era un Gipsy Moth verde llamado Jason (una contracción de Johnson). Equipado con depósitos de combustible extra y con una hélice de repuesto atada al fuselaje, Jason despegó de Croydon el 5 de mayo de 1930 y Johnson se dirigió hacia Viena. Desde aquí voló a Estambul, y hasta Halab por encima de las montañas Taurus. Perdida en medio de una tormenta de arena en pleno desierto de Irak, realizó un milagroso aterrizaje a ciegas en el desierto y esperó a que la tormenta amainara antes de seguir camino hacia Bagdad.
A pesar de algunos pequeños problemas con el motor, Johnson llegó a Karachi en menos tiempo que Hinkler, reduciendo su récord en dos días. Pero en la siguiente etapa, el viento la obligó a parar en Jansi, en el norte de la India, para reposta, donde se le estropeó un ala.
Este fue tan sólo el comienzo de los problemas para Johnson. Sin conseguir encontrar el hipódromo de Rangún, aterrizó en una pequeña pista de atletismo. Jason cayó en una zanja, rompiéndose la hélice y estropeándose una de las alas. El retraso por las reparaciones le supusieron a Johnson perder su liderato sobre Hinkler, que tanto le había costado ganar. Además, estaban empezando los monzones. “No podía llevar mis gafas, ya que la lluvia me las empañaba, pero, por otro lado, se me irritaban los ojos”, declaró más tarde.
Siguieron otros varios retrasos y se disiparon sus posibilidades de batir el récord de Hinkler. Tras dos nuevos aterrizajes no planificados, Johnson llegó a Darwin el 24 de mayo, donde fue recibida como una heroína (digno de la primera mujer en cruzar el mundo al mando de un avión). En una recepción, esa misma noche, les dijo a sus invitados: “En Inglaterra me llaman Johnnie. Allí nunca me llamarían Amy. Así que, por favor, llámenme Johnnie”.
Durante los siguientes 40 meses, el récord de vuelo entre Inglaterra y Australia se batió cinco veces. La clave del éxito consistía en volar más horas con menos escalas. Esto implicaba pasar más tiempo en el aire y menos en tierra. Además, la permitía al piloto evitar algunos de los peores lugares para aterrizar. Pero obligaba a mejorar la mecánica, la habilidad humana para navegar y la resistencia humana.
Darwin está a diez horas por delante de Londres y Hinkler había perdido una media de 40 minutos por día al cruzar las zonas horarias; algunos concursantes posteriores perdieron incluso el doble.
Charles Kingsford Smith, conocido como “Smithy”, había realizado el primer vuelo de la historia entre Estados Unidos y Australia en 1928. Voló con su Avian Sports de Londres a Darwin en poco menos de diez días, entre el 9 y el 19 de octubre de 1930, en cuatro etapas menos que Hinkler. Entonces, Charles Scott, en un DH 60G Moth, redujo el récord en unas 17 horas entre el 1 y el 10 de abril del año siguiente, utilizando una ruta más directa con una etapa menos. Para ahorrar tiempo comenzó en Lympne, en Kent.
El siguiente fue Arthur Butler, volando con un Comper Swift. Butler salió de Lympne el 31 de octubre de 1931. Su magneto fue saboteado en Nápoles; la policía lo retuvo durante un día entero en Brindisi; tuvo que pasar cuarentena en Jask; y el aeropuerto de Calcuta estaba inundado. A pesar de todo, Butler consiguió reducir el récord de Scott en 102 minutos.
En abril de 1932, Scott, que había jurado no volver a realizar un vuelo tan agotador, superó su propio récord en su Moth, con un tiempo de 8 días, 20 horas y 47 minutos. Hasta que no se construyeran aviones más rápidos, este era posiblemente el límite de lo posible. Pasaron 17 meses antes de que alguien intentara batir a Scott.
Ahora Kingsford Smith contaba con un nuevo aparato, un monoplano Percival Gull de ala baja, capaz de alcanzar una velocidad de crucero de 240 km/h. A diferencia de los anteriores aeroplanos, este tenía una cabina cubierta, para proteger al piloto de los elementos. Smithy salió de Lympne en la madrugada del 3 de octubre de 1933, parando en Brindisi y Bagdad. Pero tras salir en dirección a Karachi, sintió el peso de todos sus esfuerzos anteriores. Indispuesto, aterrizó en Gwadar para descansar durante un día. Siguió, por Akyab, Alur Setar y Surabaya, y luego tomó el camino más corto a través del mar hasta aterrizar en Wyndham, 400 km al sudoeste de Darwin, después de 7 días, 4 horas y 41 minutos.
Al llegar a tierra, Smithy habló del estrés mental y físico de los vuelos de larga distancia. “En el golfo Pérsico, me vine abajo y tuve que pasar un día entero en la cama. No me gusta sobrevolar el mar con un solo motor. Uno no para de oír ruidos raros, pero la verdad es que el motor y el avión se comportaron perfectamente. Ha sido un vuelo bastante constante, luchando contra el sueño y ese increíble nerviosismo que provoca volar sobre el agua… En una de las etapas, sobrevolando el mar de Timor, sentí que tendría que escapar de la cabina”.
Si consideramos todo lo que sufrió Charles Kingsford Smith, nos podemos imaginar las peripecias de los anteriores pilotos, con aviones más lentos y viajes mucho más largos.
A principios de los años treinta, se batieron récords en el vuelo de Australia a Inglaterra, pero esto era más sencillo. Volar en dirección oeste, en lugar de hacia el este, aumentaba las horas de luz y las etapas finales, cuando la fatiga se convertía en un serio problema, se realizaban en Europa, donde los riesgos eran menores.
La carrera del centenario, entre Mildenhall en Suffolk y Melbourne, tuvo lugar el 20 de octubre de 1934. Esta no era una competición a solas. El ganador fue un avión de carreras, un Comet DH 88, pilotado por Charles Scott y Tom Cambpell Black. El tiempo realizado por el ganador: 70 horas, 44 minutos, 18 segundos, eclipsó todos los anteriores récords.
Se realizaron más vuelos en solitario, entre los cuales destaca el de la neozelandesa Jean Batten, que voló hacia Australia en un Gull en 5 días, 21 horas, 3 minutos, en 1936, y que superó ese tiempo un año más tarde, con 5 días, 18 horas y 15 minutos en el viaje de vuelta. Pero el interés popular por estas hazañas había disminuido. Era el final de una era.
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