viernes, 29 de junio de 2012
1925-Mein Kampf (2)
(Continúa de la entrada anterior)
Por supuesto, para Hitler (que pasa por alto las aportaciones históricas de otras etnias) la raza verdaderamente superior, cuya pureza debe ser mantenida a cualquier coste y cuyo dominio debe ser impuesto sobre las demás es la aria.
Toda la cultura humana, todos los resultados del arte, de la ciencia, de la tecnología que vemos ante nosotros hoy en día son casi en exclusiva el producto creativo del ario (…) Él es el Prometeo de la Humanidad de cuya brillante frente la divina llama del genio ha brotado en todas las ocasiones (…)
Si tuviéramos que dividir la humanidad en tres grupos, los fundadores de cultura, los portadores de cultura y los destructores de cultura, sólo el ario podría ser considerado representante del primer grupo. De él se originan los cimientos y los muros de toda creación humana y sólo la forma externa y el color son determinados por los rasgos cambiantes de carácter de los distintos pueblos.
Como horrible contrapartida a esta raza aria –que acabará vendiendo a todas las demás porque en ella se refleja de la manera más exacta la mano de Dios- Hitler presenta a los judíos. Si el ario es el paradigma de lo bueno, de lo hermoso, de lo creativo, el judío constituye el de lo perverso, lo feo, lo parasitario:
La contrapartida más poderosa del ario aparece representada por el judío. Apenas en ningún pueblo del mundo se ha desarrollado con más fuerza el instinto de conservación que en los llamados elegidos. La mejor prueba de esto es el simple hecho de la supervivencia de esta raza (…) Pero su inteligencia no es el resultado de su propio desarrollo sino de la instrucción visual a través de los extranjeros (…) carece completamente del requisito más esencial para un pueblo de cultura, la actitud idealista.
Porque el judío es perverso por sí mismo y no por lo que pueda creer o sustentar, Hitler sostiene que la lucha contra él no debe confundirse con un conflicto religioso, como hizo la Iglesia católica durante la Edad Media. Se trata, por el contrario, de una guerra entre razas en la que la superior, la aria, debe eliminar a su auténtica antítesis, la judía:
Su vida (la del judío) en el interior de otros pueblos sólo puede aguantar durante algún tiempo si consigue crear la opinión de que no es un pueblo sino una comunidad religiosa, aunque de una clase especial. Y ésta es la primera gran mentira.
Para desarrollar su existencia como un parásito sobre otros pueblos, se ve forzado a negar su naturaleza interior. (…) El judío siempre ha sido un pueblo con características raciales definidas y nunca una religión (…) Debido a su propia naturaleza especial y original el judío no puede poseer una institución religiosa, por lo menos porque carece de cualquier forma de idealismo y por eso la creencia en el más allá le resulta absolutamente extraña (…).
Para imponer esa cosmovisión racista, Hitler propugna la creación de un nuevo Estado al que denomina patriota. Su meta esencial no puede ser otra que la de garantizar que la raza sea el centro de la vida y para ello debe poner en funcionamiento leyes eugenésicas que impidan la posibilidad de que los no considerados racialmente aptos tengan descendencia:
El estado patriota debe hacer todo aquello que los demás han descuidado en este terreno. Tiene que colocar la raza en el centro de toda la vida. Tiene que preocuparse de mantenerla pura. Tiene que declarar que el niño es el tesoro más precioso del pueblo. Tiene que ocuparse de que sólo los sanos engendren hijos. Porque sólo hay una desgracia: a pesar de las propias enfermedades y deficiencias traer hijos al mundo.
Un estado patriota debe por tanto comenzar por elevar el matrimonio del nivel de contaminación continua de la raza y otorgarle la consagración de una institución que está llamada a producir imágenes del Señor y no monstruosidades a mitad de camino entre el hombre y el mono. (…) En el estado actual de la ley y el orden a los ojos de sus representantes, esta valiente sociedad nacional-burguesa, la prevención de la facultad procreativa de aquellos que sufren sífilis, tuberculosis, enfermedades hereditarias, de los inválidos y los cretinos, es un crimen, mientras que la supresión fáctica de la capacidad de procrear en millones de la gente mejor no es contemplada como algo malo y no ofende la moralidad de esta sociedad hipócrita (…)
Aquellos que son física y mentalmente insanos e indignos no deben perpetuar sus sufrimientos en el cuerpo de sus hijos (…) Una prevención de la facultad y la oportunidad de procrear por parte de los físicamente degenerados y los mentalmente enfermos, durante un período de tiempo de sólo seiscientos años, no sólo liberaría a la humanidad de una inmensa desgracia, sino que la conduciría a una recuperación que hoy en día apenas parece concebible (…) el resultado será una raza que al menos habrá eliminado los gérmenes de nuestra decadencia física presente y por lo tanto de la espiritual.
Eliminados los considerados inferiores (minusválidos y enfermos mentales), el estado patriota debería poner en funcionamiento un sistema educativo centrado en la mejora de la raza y encaminado a resaltar la diferenciación sexual convirtiendo a los muchachos en soldados y a las jóvenes en madres. En palabras de Hitler: “la joven alemana es un súbdito y sólo se convierte en ciudadano cuando se casa”:
(El estado) debe educar a la progenie joven para que se convierta en un eslabón valioso en la cadena de la futura reproducción. Y como en general la condición previa del logro espiritual descansa en la cualidad racial del material humano, la educación en particular debe considerar y promover en primer lugar la salud física.
Esta educación en sus líneas generales puede servir como una preparación para el futuro servicio militar. El ejército no tendrá que enseñar a los jóvenes (hombres) los fundamentos de los manuales más elementales y no tendrá reclutas del tipo actual; no, sólo tendrá que transformar al joven que ya ha recibido una continua preparación física en un soldado. En el estado patriota, por tanto, el ejército (…) será la última y superior escuela de la educación patriótica (…) en esta escuela el joven tiene que ser transformado en un hombre (…)
Después de la conclusión de su servicio militar, se emitirán dos documentos: el diploma de ciudadano, un documento legal que le permite dedicarse a la actividad pública, y su certificado de salud, confirmando su salud física para el matrimonio.
(…) el estado patriota debe dirigir la educación de la joven desde el mismo punto de vista. En este caso también el énfasis debe ser colocado sobre el entrenamiento físico (…) La meta de la educación femenina debe ser de manera invariable la futura madre.
Sin embargo, el estado patriota no sólo debía poner en funcionamiento unas estructuras jurídicas y políticas que preservaran la pureza de la raza aria, impidieran la reproducción de los enfermos y diferenciara a la población en una casta masculina de guerreros y otra femenina de madres. Además, ese estado debía procurar que se llevara a cabo el aislamiento primero y el extermino después de la raza perversa por antonomasia, la judía.
De los judíos afirma Hitler en Mein Kampf que son antialemanes, controladores de la prostitución y la trata de blancas, seres monstruosos dotados de un cerebro animal y no humano, contrarios al principio aristocrático, favorables a un sistema tan necio y antinatural como la democracia, engañadores de las iglesias, inspiradores del marxismo, emboscados en la guerra, controladores de las finanzas, directores de la revolución de noviembre de 1918, culpables de la derrota en la Gran Guerra, responsables de la sífilis, corruptores del arte, asesinos de Cristo, colaboradores de los negros en contra de los blancos e incluso conspiradores con afanes de dominio mundial. No hace falta señalar que la visión de Hitler no sólo no correspondía con la realidad, sino que lo único que hacía era crear un arquetipo de la maldad que, precisamente por ello, pudiera ser exterminado en masa sin levantar protestas. Sin embargo, lo verdaderamente trágico de la cosmovisión hitleriana era que su aceptación era concebida, por supuesto, como la condición indispensable para la resurrección alemana:
Sin el conocimiento más claro del problema racial y, por lo tanto, del problema judío nunca habrá una resurrección de la nación alemana. La cuestión racial proporciona la clave no sólo de la historia mundial, sino también de toda la cultura humana.
Partiendo de esa concepción, Hitler resulta bastante explícito sobre la importancia que concedía a la eliminación de todos los judíos. Ésta debía anteceder incluso a la creación del estado patriota:
(…) la primera tarea no es la creación de una concepción del estado patriota, sino sobre todo la eliminación de los judíos existentes. Y así, frecuentemente en la historia, la dificultad principal reside, no en la forma del nuevo estado de cosas, sino en dar lugar al mismo.
Incluso la educación promovida por el Estado debía estar encaminada a mentalizar a las futuras generaciones de la justicia de este planteamiento:
La corona de la obra entera de educación y formación del estado patriota debe ser inculcar el sentido racial y el sentimiento racial en el instinto y el intelecto, estando entregados el corazón y el cerebro a ello. Ningún muchacho ni ninguna muchacha debe dejar la escuela sin haber sido llevado a una comprensión última de la necesidad y de la esencia de la pureza racial.
(Finaliza en la siguiente entrada)
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