lunes, 13 de junio de 2011

Turrones y mazapanes: dulces de subsistencia


Según el relato tradicional, no del todo verosímil, durante uno de los numerosos asedios a que los árabes sometieron a Toledo, los defensores sufrieron una gran escasez de cereales que limitó la elaboración de pan. En busca de productos que lo pudieran sustituir, las monjas de San Clemente el Real utilizaron sus grandes reservas de almendras para, tras machacarlas en el mortero, obtener una pasta que resultó muy sabrosa y alimenticia, a la que añadieron azúcar y dieron en fabricar un nuevo dulce al que se llamó mazapán.

También durante un asedio, esta vez el impuesto durante quince meses por las tropas nacionales de Felipe IV (1605-1665) a la ciudad de Barcelona con ocasión de su rebelión separatista de 1640 de la llamada guerra de Cataluña, las autoridades ofrecieron un premio a quien inventase un alimento que aguantase más tiempo comestible, sin corromperse. Un confitero, apellidado Turrons, presentó a concurso una masa compacta de almendras y miel, servida entre dos obleas, consiguiendo el premio y, de paso, dando el nombre definitivo de “turrón” a este dulce que, de una forma u otra, ya se conocía desde, al menos, el siglo XI.

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