No, no fue James Watt, ni tampoco George Stephenson, o Thomas Newcomen. En realidad el mérito hay que atribuírselo a Herón.
Herón vivió en Alejandría alrededor del año 62 de nuestra era y es más conocido como matemático y geómetra. Fue también un visionario inventor y su eolípila fue el primer invento conocido que funcionaba con vapor. Consistía en una pequeña caldera de latón que se llenaba de alcohol y se calentaba con una pequeña llama. Los vapores de alcohol salen por un tubo de estrecha abertura, dando una llama puntiaguda de alta temperatura, un principio similar al de la propulsión a chorro. Por desgracia, nadie fue capaz de entender su uso práctico, por lo que no se consideró más que un juguete divertido.
Sorprendentemente, el ferrocarril había sido inventado setecientos años antes por Periandro, tirano de Corinto. Conocida como Diolkos, era una vía de 6 km que cruzaba el istmo de Corinto en Grecia y consistía en una carretera pavimentada con piedra caliza en la que se habían tallado dos surcos paralelos separados entre sí 1,5 metros. Servían para que se deslizaran carros rodantes que transportaban barcos, utilizando grupos de esclavos como fuerza propulsora. El objetivo de semejante obra era servir de “canal” seco, que ofreciera un atajo en la navegación entre los mares Egeo y Jónico.
El Diolkos estuvo en uso durante 1.500 años hasta que se abandonó por falta de mantenimiento alrededor del 900 de nuestra era. El principio del tren –pues de ello se trataba- permaneció totalmente olvidado durante otros 500 años, momento en que a alguien, se le volvió a ocurrir usar el mismo método en las minas del siglo XIV.
El historiador Arnold Toynbee escribió un interesante ensayo especulando sobre lo que habría pasado si esas dos invenciones, la máquina de vapor y el tren, se hubieran combinado para crear un imperio griego global, basado en una rápida red de transportes, la democracia ateniense y una religión de tipo budista con raíces en las enseñanzas de Pitágoras.
Para colmo, Herón también inventó la máquina expendedora –por cuatro dracmas conseguías un poco de agua sagrada- y un artilugio portátil que aseguraba que nadie pudiera beber de la botella de vino que te llevabas a las fiestas.
Herón vivió en Alejandría alrededor del año 62 de nuestra era y es más conocido como matemático y geómetra. Fue también un visionario inventor y su eolípila fue el primer invento conocido que funcionaba con vapor. Consistía en una pequeña caldera de latón que se llenaba de alcohol y se calentaba con una pequeña llama. Los vapores de alcohol salen por un tubo de estrecha abertura, dando una llama puntiaguda de alta temperatura, un principio similar al de la propulsión a chorro. Por desgracia, nadie fue capaz de entender su uso práctico, por lo que no se consideró más que un juguete divertido.
Sorprendentemente, el ferrocarril había sido inventado setecientos años antes por Periandro, tirano de Corinto. Conocida como Diolkos, era una vía de 6 km que cruzaba el istmo de Corinto en Grecia y consistía en una carretera pavimentada con piedra caliza en la que se habían tallado dos surcos paralelos separados entre sí 1,5 metros. Servían para que se deslizaran carros rodantes que transportaban barcos, utilizando grupos de esclavos como fuerza propulsora. El objetivo de semejante obra era servir de “canal” seco, que ofreciera un atajo en la navegación entre los mares Egeo y Jónico.
El Diolkos estuvo en uso durante 1.500 años hasta que se abandonó por falta de mantenimiento alrededor del 900 de nuestra era. El principio del tren –pues de ello se trataba- permaneció totalmente olvidado durante otros 500 años, momento en que a alguien, se le volvió a ocurrir usar el mismo método en las minas del siglo XIV.
El historiador Arnold Toynbee escribió un interesante ensayo especulando sobre lo que habría pasado si esas dos invenciones, la máquina de vapor y el tren, se hubieran combinado para crear un imperio griego global, basado en una rápida red de transportes, la democracia ateniense y una religión de tipo budista con raíces en las enseñanzas de Pitágoras.
Para colmo, Herón también inventó la máquina expendedora –por cuatro dracmas conseguías un poco de agua sagrada- y un artilugio portátil que aseguraba que nadie pudiera beber de la botella de vino que te llevabas a las fiestas.
Tuve un profesor de historia que explicaba que los griegos no usaron la máquina de vapor porque era más sencillo usar esclavos.
ResponderEliminarSólo cuando la mano de obra era más cara, y seguramente la fuerza a usar mucho más cuantiosa, tuvo éxito el invento.
Felicidades por el blog, señor que cuida el rebaño.