viernes, 19 de febrero de 2010

204-222-Heliogábalo: el excéntrico sibarita


La larga lista de emperadores romanos contiene ejemplos de todo tipo, desde grandes gobernantes a tiranos enloquecidos. En esta última y nefasta categoría de excesos y desmanes se encuadró Heliogábalo.

Vario Avito Basiano nació en el otoño de 203 o la primavera de 204, hijo de un senador, Vario Marcelo, y de Julia Soemias, sobrina de Julia Domna madre de Caracalla. Fue precisamente por parte de la familia de su madre de donde le vendría al joven su destino.

Con el asesinato de Caracalla, y la subida de Macrino al poder, la familia del primero urdió un plan para destronar al nuevo emperador. La conspiración consistía en anunciar que Vario Avito Bassiano era hijo bastardo del malogrado emperador Caracalla, y que, por tanto, era a él a quien verdaderamente correspondía vestir la púrpura. Los esfuerzos de Julia Domna, tía abuela de Vario Avito, y el comandante Valero Comazón tuvieron éxito, y el 8 de junio del 218, a la edad de catorce años, fue proclamado emperador por los legionarios como Marco Aurelio Antonino. Sin embargo, pasaría a la historia como Heliogábalo, nombre que asumió por haber sido sacerdote del dios solar Elabagal en Emesa, ciudad siria de la que era originaria su familia.

Muerto su competidor Macrino, Heliogábalo mandó una carta al Senado explicando todos los hechos e indicando que no quería ningún título guerrero, dando a entender así que solo quería paz y prosperidad para Roma. Pero en realidad, instauró una tiranía depravada y corrupta que aterrorizó a Roma.

Para empezar, el Senado fue obligado a aceptar al dios Elagabal (de donde había cogido años atrás su nombre) como máxima deidad imperial, construyéndole templos en su nombre en Roma y otras partes del Imperio. Este dios sol sirio era venerado con la forma de un piedra de forma cónica y era venerado por todos los sátrapas y reyes bárbaros vecinos, que enviaban todos los años riquísimas ofrendas. Rodeado siempre de magos, Heliogábalo celebró los ritos de los misterios de Cibeles así como los autos de Adonis.

Igualmente, el proceso de orientalización del Imperio quedaba reflejado en el gusto del emperador por vestir al estilo bárbaro: túnicas púrpura, bordados con hilos de oro, y grandes mangas, largas hasta los pies o cubriendo sus piernas hasta las caderas con zapatos adornados de oro y púrpura y cubriéndose la cabeza con una mitra decorada con piedras preciosas.

Mientras Heliogábalo dejaba de lado los asuntos de Estado, daba cada día mayores muestras de perversión sexual, algo que había estado presente en su carácter desde bien temprano. Su desfile de coronación, a los 14 años, lo hizo sobre un carro tirado por mujeres desnudas. Su primer acto como emperador fue casarse con una sacerdotisa vestal (acto considerado enormemente sacrílego) por el simple placer que le producía aquella provocación. Y aunque aquél matrimonio sólo duró un año y que luego se casó varias veces, no tendría ningún hijo porque su predilección sexual siempre fueron los hombres.

Su gusto por la transexualidad queda reflejado en este párrafo de Elio Lampridio: “representaba en la corte la leyenda de Paris, haciendo él mismo el papel de Venus, de tal manera que, inesperadamente, dejaba caer sus vestidos hasta los pies y se ponía desnudo, de rodillas, con una mano en pecho y otra en los genitales, echando hacia atrás sus nalgas y presentándoselas a su amante. Depilaba todo su cuerpo y configuraba además su rostro con la misma figura que a Venus, pues se consideraba capaz de satisfacer la pasión de muchísimas personas.”

Su transexualidad era tan explícita, que llegó a ofrecer unas enormes cantidades de dinero a aquél que fuera capaz de operar sus genitales para cambiar su sexo. Naturalmente, semejante operación estaba fuera de las posibilidades médicas de la época y hubo de conformarse con una circuncisión.

Como otros emperadores romanos antes que él, vagaba por las calles de la ciudad, después de anochecido, disfrazado como mujer, ofreciendo su cuerpo a los desconocidos para el intercambio físico. A veces, visitaba los burdeles, revelaba su identidad, arrojaba a las prostitutas y contentaba a los clientes.

Para las ocasiones en que no podía salir, estableció un burdel especial en el palacio donde, ataviado como mujer, permanecía en el umbral y solicitaba intercambio sexual con los que pasaban por el corredor.

Para colmo mezclaba sus perversiones sexuales con la religión, ofendiendo profundamente al pueblo romano: realizó un complicado ceremonial en Roma, donde la deidad priápica Baal fue casada simbólicamente con Juno, la diosa de los fornicadores y las rameras. En otra ocasión, convocó al Senado en sesión especial para celebrar ritos obscenos en honor de su dios Elabagal, matando animales y muchachos, quienes eran mutilados y sus falos presentados al dios.

También era tristemente conocido por su retorcido sentido del humor. Una de sus diversiones predilectas era invitar a cenar a los siete hombres más gordos de Roma. Se les sentaba en almohadones llenos de aire que eran pinchados de improviso por unos esclavos, derribando a los obesos comensales. A menudo la comida que se servía era artificial, elaborada con cristal, mármol y marfil o contenía arañas y excrementos. La etiqueta romana exigía que la comieran y el emperador disfrutaba viendo como lo hacían. Otra de sus brillantes ideas fue la de derramar pétalos de rosa sobre sus invitados. A simple vista no parece muy peligroso, pero lo que ocurrió fue que se arrojaron tal cantidad de pétalos, que algunos de los asistentes se asfixiaron. En otra ocasión, al final de un banquete, cuando la gente ya estaba atiborrada de vino y comida, el emperador hizo cerrar todas las salidas de la habitación y soltar dentro un montón de fieras salvajes. Es fácil imaginar el pánico de los asistentes, que ignoraban que el emperador había ordenado extraer los dientes y las zarpas a las bestias para que, al menos, no se comieran a nadie.

En ocasiones se hacía construir un baño suntuoso, lo utilizaba una sola vez y luego lo mandaba destruir. Se dice que fue el primero de los romanos que usó vestidos confeccionados totalmente en seda, llamando mendigos a los que usaban por segunda vez una vestimenta que se hubiera lavado. Jamás emprendió un viaje con menos de sesenta carruajes y disponía de carros cubiertos de piedras preciosas y oro despreciando los que estaban hechos de plata, marfil o bronce.

Como administrador fue un completo desastre poniendo a sus preferidos, gente de clase baja e iletrada, al cargo de tareas importantes de gobierno. Ejemplo de ello fue el auriga Cordio, que fue nombrado Praefectus Vigilum; o cómo dejó buena parte de su fortuna en manos de un mulero, de un corredor, un cocinero o un cerrajero sucesivamente. Aparte de estas muestras de incompetencia y corrupción, el joven emperador estaba demasiado ocupado en sus rituales y orgías, por lo que dejó el gobierno en manos de su abuela Julia Mesa y Julia Soemias su madre, que participaron como augustas en las reuniones del Senado, algo que nunca había sucedido. Soemias era conocida por su vida disoluta y sus rarezas, creando un Senado de mujeres para debatir las leyes sobre las matronas, leyes tales como los vestidos que podían llevar las mujeres, o los adornos de los zapatos.

No puede extrañar que en Roma cundiera el descontento, más aún cuando Heliogábalo, enfurecido por tal rechazo, condenara a muerte a mucha gente, requisando de paso sus bienes para el Estado.

Julia Mesa, abuela del emperador y verdadera reina en la sombra, comprendió que Heliogábalo no era el más indicado para perpetuar la dinastía y que la situación estaba abocada al desastre. Comenzó de nuevo sus maniobras políticas: obligó a Heliogábalo a adoptar a su primo, Bassiano Alexiano, propagando el rumor de que éste era también un hijo bastardo de Caracalla. Alejandro había recibido una educación tradicional romana y aunque aún era muy joven (12 o 13 años), gozaba del favor popular.

En 221, Bassiano Alexiano fue nombrado césar con el nombre de Marco Aurelio Severo Alejandro. Un año después, sin ninguna oposición del Senado, fue elegido cónsul. Heliogábalo que empezó a recelar del nuevo césar quiso deshacerse de Alejandro, pero ya era demasiado tarde. Sus locuras habían llegado a un punto extremo.

Se había enamorado de un esclavo de colosal estatura llamado Hieracles. Ordenó un nuevo casamiento en el que él era la mujer, seguido de una impresionante escena de "desfloración" y "luna de miel". Acabó tiranizado por ese gigante, siéndole fiel y efectuando los deberes domésticos y sexuales de una buena "esposa". Pero fue su grotesco plan de abdicar en favor del esclavo, convirtiéndolo en emperador, mientras él, Heliogábalo, reinaba como emperatriz, la gota que colmó el vaso.

Los pretorianos, que estaban de parte del joven Cesar Marco Aurelio, asesinaron sin miramientos al emperador y a su madre ahogándolos en una letrina, arrastraron sus cuerpos por las calles y los tiraron al Tíber. Era el 11 de marzo del 222 y Heliogábalo tenía 18 años. Sus memorias fueron condenadas, el culto al dios Elagábal fue perdiendo importancia y solo fue recordado por sus locuras e inmoralidades.

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