martes, 29 de diciembre de 2009

Laberintos: trazos de enigma


¿Qué propósito persigue un laberinto? Con variantes que van desde el simbolismo religioso hasta el mero afán lúdico, el laberinto es único entre los motivos decorativos y los artificios, pues se le encuentra en el mundo entero, en todas las culturas.

Las espirales y los laberintos se cuentan entre las figuras abstractas más antiguas; son las más primitivas representaciones de ideas, más que de hechos reales, como la caza y la guerra. Aparecieron simultáneamente en partes del mundo tan distantes entre sí que su influencia mutua es imposible. Laberintos de época similar se han descubierto en Arizona, la India, Sumatra y Europa.


El laberinto estuvo asociado con ideas religiosas de muerte y resurrección, y fue convertido en motivo de rituales para asegurar la vuelta de la fertilidad primaveral tras la prolongada “muerte” del sol durante el invierno. Las comunidades primitivas del sur del Europa tallaron laberintos en las rocas de sus tumbas y monumentos. Otras, como las de Escandinavia, elaboraron laberintos auténticos, delineados con césped o piedras, en los que se escenificaban danzas rituales en el solsticio de primavera.





El laberinto mitológico más famoso de Occidente es el del rey Minos de Creta, que sirvió de guarida al Minotauro, criatura mitad hombre y mitad toro, muerto por Teseso, héroe ateniense que salió ileso del combate. En las excavaciones del palacio minoico de Cnosos, en Creta, no se ha hallado rastro del laberinto, aunque sí abundantes huellas de culto al toro, cuyo emblema es el hacha de hoja doble, o labrys, término del que quizá deriva “laberinto”.





Se ignora cuándo se construyó el primer laberinto. En el siglo V a.C., el historiador griego Herodoto visitó un famoso edificio de El Faiyum (Egipto), erigido en 1800 a.C. por Amenenhet III; lo describió como “laberinto”. La construcción era efectivamente irregular, con 12 patios y numerosas cámaras unidas por truculentos pasillos, pero nada indica que su diseño fuera deliberadamente laberíntico.






Una de las representaciones de 4est tipo más antiguas del norte de Europa, de 2500 a.C., es la espiral triple grabada en una roca en un túmulo en New Grange, condado de Meta (Irlanda), pero en todo el viejo continente se han hallado inscripciones semejantes, desde las espirales primitivas hasta el complejo laberinto tipo cretense, de una sola entrada y siete anillos en torno al centro.

Los laberintos se formaron como elemento decorativo común en las iglesias europeas a fines del siglo XII, grabados sobre las losas del piso. Abundan en catedrales medievales francesas, como las de Bayeux, Amiens, Chartres y Sens. Estos laberintos se emplearon en los actos de penitencia; el creyente seguía de rodillas las vueltas y circunvalaciones de la figura. Solían realizar esta práctica quienes no podían peregrinar a Tierra Santa; por eso los laberintos también fueron llamados chemis de Jerusalem, “caminos de Jerusalén”. En Italia, estas figuras se tallaban en pilares y muros donde podían seguirse con un dedo al orar. Uno de tales laberintos se conserva en la catedral de Lucca.

En los ritos populares derivados de prácticas paganas de fertilidad también se hacía uso de laberintos. En las festividades pascuales y primaverales inglesas se recurría a laberintos de césped, como el Julian´s Bower de Alkborough (Humberside). Las danzas en espiral, en las que jóvenes de ambos sexos giraban hacia un centro para alejarse después, seguían siendo muy populares en el siglo XIX. Las danzas laberínticas que aún se practican en Europa descienden del antiguo Baile de la Grulla, o geranos, supuestamente ejecutado en la isla griega de Naxos por Teso y sus amigos para celebrar su salida victoriosa.

El gusto europeo por grandes laberintos en los jardines arraigó en el siglo XVI. Formados por grandes setos, muchas de sus veredas culminaban en callejones sin salida, como en el laberinto de Hampton Court. El mayor laberinto de este tipo en el mundo, inaugurado en 1978, se halla en Longleat House (Wiltshire).

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